Fascismo y No Fascismo
Tras observar la dificultad que hay a la hora de establecer una definición general para el Fascismo, así como a la hora de interpretarlo, se podría deducir qué es y qué no es fascismo. Esto quizá nos ayude a ahondar aún más en los conceptos y pretextos que se tienen sobre lo que se puede considerar fascismo y lo que no.
Existen, como se ha mencionado, unas premisas y
características ideológicas que hacen posible el surgimiento del fascismo y que
a su vez nos sirven para denominar el fascismo como tal. Sin embargo, a pesar
de todo ello, no hay unanimidad en los muchísimos estudios que hay sobre el
tema –que aquí solo se han mencionado a unos cuantos autores debido a su
experiencia en la materia-.
Para definir el Fascismo, y por tanto establecer similitudes
con otros movimientos, hay que tener clara una definición general que nos ayude
a entrever lo que es y lo que no es fascismo. A raíz de ello, teniendo en
cuenta las múltiples interpretaciones que hay, se englobarán movimientos dentro
del “saco” fascista y otros quedarán descartados.
En este sentido, podríamos definir el fascismo como un movimiento revolucionario (un sistema
político nuevo que rompe con el pasado y tradicionalismo político),
nacionalista, antimarxista (frente al orden comunista), anti conservador y
antiliberal (frente al orden burgués), que establece el interclasimo como
método de unión de los ciudadanos y método de equilibrio social (frente a la
lucha de clases), mediante la primacía del Estado totalitario, del cual depende
la vida social, familiar, religiosa, política, económica…, donde el individuo
está supeditado a la colectividad (masas y nación) guiada esta, a su vez, por
un líder o guía, quien es la máxima autoridad de la nación. Es un movimiento
sociopolítico que impone una sociedad organicista en la que los ritos y
simbologías se entremezclan en ese nacionalismo imperante y necesario para la
patria. Es una sociedad jerarquizada en torno a la disciplina y el patriotismo
que encuadra a las masas, y sobre todo a la juventud, en un ambiente
paramilitar, siendo el partido-milicia el cuerpo fundamental de esa sociedad
que además tiene la misión de tomar el poder (los demás partidos son
inexistentes).
El fascismo, además, es un movimiento nacionalista italiano
que aparece tras la I Guerra Mundial y pretende superar, y romper, el pasado
político anterior. Los demás movimientos europeos (aquí coinciden la mayoría de
autores en que el fascismo no se da fuera de Europa) son imitaciones de este y,
según ellos, comparten ciertas características y muestran acuerdo y simpatías
con este movimiento pero se autodenominan movimientos genuinamente nacionales,
compartiendo con el fascismo, entre otras cosas, el sentido totalitario del
Estado, la organicidad de la sociedad, la conquista del Estado, el
nacionalismo, anticomunismo, antiliberalismo y anti conservadurismo, en mayor o
menor medida, aparte de la parafernalia estética y discursiva.
Sin embargo, a pesar de ser un movimiento genuinamente
italiano como estableció su fundador (Mussolini) y como establecen otros
movimientos como, por ejemplo, el fascismo español, el cual, por cierto,
admiraba los movimientos italiano, alemán y soviético debido al nacionalismo y
a la forma de haber concebido al Estado, podemos determinar, para evitar
confusiones y errores comunes, a los movimientos afines al italiano como
fascistas también. Además, otra característica que establecen los autores, como
veremos más adelante, es el internacionalismo del fascismo, en tanto esta es
una incongruencia, por ello, quizá, no sea un movimiento o una denominación que
se pueda dar o establecer en otros lugares fuera de Italia. El Fascismo tiene
vocación internacional en el momento que este es admirado por otros movimientos
o países, debido a la simpatía que suscitó, pero si aplicamos la teoría
fascista a los demás movimientos se observa que el principal componente, el
nacionalismo, chocaría con los demás movimientos, o entre ellos, haciendo
inviable ese carácter internacionalista.
![]() |
Hitler y Mussolini, ejemplos de líderes de movimientos fascistas |
En este sentido, vamos a mostrar a continuación las características del Fascismo y como se aplican a los demás movimientos descartando así los regímenes dictatoriales que no son fascistas. En la mayoría de los países, se observará un régimen dictatorial que colabore con los fascismos, o fascismo genérico, mientras que el verdadero movimiento revolucionario queda silenciado, usurpado, enfrentado o relegado de la vida política, asumiendo ese régimen de corte reaccionario y derechista radical muchas de las premisas del fascismo.
Muchos autores han visto en dictaduras del siglo XX, el día
a día de la política mundial, un símil con el fascismo o incluso hay autores
que, simplemente observan dos o tres premisas que aparecen en esos regímenes y
sin analizar algún rasgo más, rápidamente lo engloban dentro del fascismo. Es
un error común establecer que los movimientos europeos actuaron de igual
manera, confundiendo así terminología y al amplio sector, aficionado o
estudioso, del fascismo. Además, el aspecto económico no está definido
claramente, por lo que la confusión es aún mayor.
La “historia oficial” establece que muchos regímenes
autoritarios del siglo XX son considerados como fascistas debido a que eran
ultranacionalistas y anticomunistas. Esto no puede reducirse a una simple
definición del Fascismo debido a que englobaría a muchísimos regímenes del
momento, siendo además la manera del surgimiento del Fascismo diferente en un
país que en otro. Por lo que habría que analizar el contexto y la manera de
actuar del movimiento. En este sentido, no todos los movimientos considerados
fascistas nacieron a la vez ni en las mismas circunstancias.
Si atendemos, por tanto, a las características principales
del Fascismo, es decir, aquellas que ponen en común los expertos en la temática
se observan varios fascismos o movimientos nacional-revolucionarios,
antiliberales, anti conservadores, antimarxistas, que pretenden llegar al poder
mediante sus milicias para imponer su sistema político-social.
El resumen, por tanto, de acuerdo con los expertos,
establece el Fascismo como la doctrina, movimiento o régimen político
totalitario, nacionalista, anticomunista, antiliberal, radical en discurso y
estilo, surgido en Italia tras la I Guerra Mundial a través de Mussolini y sus
seguidores, que influyó en otros movimientos y regímenes europeos entre 1919 y
1945. Es también un concepto que se utiliza para el análisis político, social y
comparativo de autoritarismos y totalitarismos no comunistas, o izquierdistas,
del siglo XX[1]. El
concepto de “Fascismo genérico” -aquel que engloba las principales
características de estos movimientos que se consideran por la historiografía
así y sobre todo a raíz del surgimiento del Fascismo en Italia- en cuanto a
fenómeno internacional, se utiliza exclusivamente para este periodo de
Entreguerras en Europa, descartando por tanto el análisis de fenómenos
parecidos en otros lugares de América, Asia o África.
Con ello, establecemos el Fascismo Italiano como un
movimiento de masas que se organiza en torno a un partido nuevo (antipartido, según los fascistas, o partido-milicia)
que persigue la conquista del monopolio del poder a través de diversas tácticas
(mediante una revolución, las urnas, la violencia…). Conlleva una ideología
pragmática que se basa en la negación de la democracia y el sistema liberal, el
individualismo, el marxismo, el capitalismo, el populismo y el conservadurismo,
basada en la estética -más que en la teoría- mediante ritos y símbolos, así
como en una concepción militarizada y totalitaria de la política como modelo de
vida en la cual se pretende la integración del individuo y las masas en la
unidad orgánica de la nación y su subordinación al Estado[2].
Surge, con ello, un régimen de partido único, de naturaleza policial, dentro de
un sistema político y jerarquizado en el cual el “líder” (Duce, Führer, Jefe…)
está investido de un carisma sacro y con un sistema económico controlado por el
Estado –la economía se presenta con amplia intervención estatal-, aunque
manteniendo la propiedad privada, y una política exterior imperialista.
Según esto, para que en la práctica podamos hablar de Fascismo genérico, es decir, de
movimientos similares, en su mayoría, al italiano, debe haber:
1. Un movimiento de masas.
2. Un partido-milicia que tome el poder.
3. Negación del sistema democrático y liberal, del conservadurismo
y del marxismo, así como la negación del individualismo (por ser parte del
liberalismo).
4. Nacionalismo y, consecuentemente, imperialismo.
5. Estética a través de discursos radicales y la puesta en
escena de ritos, simbologías, uniformes, saludos, lemas….
6. Un Estado totalitario que controle la vida política,
social y económica (intervencionismo). Propaganda como método efectivo de
inculcar valores, a través de medios de comunicación, enseñanza…
7. Un líder que guie a las masas y sea quien encamine ese
Estado totalitario.
8. Concepción militarizada de la política.
9. Sociedad orgánica, sustentada sobre la jerarquización
política.
10. Estado social e interclasista.
Es decir, el componente racista y antisemita no aparece por
ninguna parte, tampoco se establece que el ejército sea quien deba tomar el
poder y se hace hincapié en la esencia revolucionaria y radical que rompa con
la “vieja política” imperante en Europa.
Con todo ello, se establece que los regímenes dictatoriales
reaccionarios y tradicionalistas no son y, según los autores, no pueden ser
fascistas, como tampoco lo pueden ser los movimientos extra-europeos ni
aquellos que, aunque sean europeos, contemplen su nacimiento fuera del periodo
comprendido entre 1919 y 1945. Es decir, el fascismo queda limitado a Europa y
a un periodo de tiempo definido.
![]() |
Salazar y Franco, ejemplo de dictadores anticomunistas |
Según las principales características del fascismo genérico,
todo movimiento no revolucionario ni moderno que tome el poder y mantenga un
sistema similar al que ya tenía quedaría fuera de la definición, denominación y
conceptualización del fascismo. Todo movimiento que se asiente en el poder con
el ejército como protagonista, y no con su partido milicia, no será considerado
como fascista, y todo movimiento que no aspire al control total del Estado o
que no cumpla alguna de las características de las ya mencionadas no puede ser
considerado fascista.
En este sentido, por tanto, las dictaduras ibéricas[3],
los regímenes de Polonia, Bulgaria, Grecia o Rumania, por ejemplo, no pueden
ser considerados como fascistas, ni tampoco el régimen surgido en la Francia
bélica, Vichy. Atendiendo, por tanto, a estas premisas, las dictaduras europeas
suponen una concepción “normal” de la política de aquel momento que venía dando
síntomas de autoritarismo y nacionalismo ya desde el siglo pasado,
materializado en aquella Alemania
bismarckiana o la Rusia zarista. Son sistemas autoritarios, anticomunistas
que engloban, la mayoría de las veces, gobiernos de concentración nacional para
hacer frente al posible avance del comunismo pero que, sin embargo, carecen del
elemento revolucionario y radical que rompa verdaderamente con los esquemas
políticos del pasado. Además, por lo general, una vez asentados aquellos
regímenes derechistas, conservadores y reaccionarios, generarán un partido, a
posteriori, que justifique la legitimidad de su régimen y su estancia en el
poder estableciendo, a su vez, “familias” que ostenten los privilegios por la
pertenencia a ese partido. Es decir, la mayoría de las veces son militares que
han dado un golpe de Estado o que han sido llamados para ayudar al gobierno de
turno, para evitar un cambio de gobierno… y que una vez la “misión” está
terminada, se asientan en el poder para imponer su mandato. En otros casos son
países poco industrializados o de escasa modernización industrial y económica
que más bien lo que hacen es establecerse en el poder o bien por “herencia”
política o por tradición histórica en esa relación ejercito-corona de los
países más conservadores. El ejército, normalmente, hasta parte del siglo XX,
era el protagonista político que cambiaba de gobierno, hacía y deshacía a su
antojo. El cambio con respecto al siglo anterior, sobre todo en España, viene
en la manera de dar el golpe, se pasa del pronunciamiento del siglo XIX al
alzamiento del siglo XX.
Por tanto, si no se
cumplen las premisas que los expertos establecen como comunes a todos los
movimientos habría que descartar el conceptualizar cualquier régimen como fascismo.
Así pues, debe haber una revolución nacional que cambie el sistema
político-social de un país para que pueda hablarse de un movimiento fascista.
Si atendemos a otras premisas, pueden surgir las dudas y la
mala conceptualización. En este aspecto, si obedecemos a las tesis
tradicionales sobre el Fascismo que establecen el componente racista como
esencial, descartaríamos a muchos movimientos ya que, sin ese componente
racista, sí que eran definidos como Fascistas[4].
Es decir, según esto, hablaríamos de fascismos y nazismos, por ejemplo, o de
fascismos no racistas y fascismos racistas. Dentro del primer grupo, Fascistas
o fascistas no racistas, estarían los nacionalsindicalistas portugueses, la
Guardia Nacional de Irlanda, Falange Española de las JONS o el Fascismo
italiano[5],
entre otros, mientras que, en el segundo grupo, los movimientos nazis o
fascistas racistas, destacarían los movimientos Nacionalsocialista alemán, los
nacionalsocialistas holandeses o la Guardia de Hierro rumana, por mencionar
otros tantos ejemplos.
Otra versión que nos ha legado la historiografía tradicional
ha sido la de tachar el siglo XX como el siglo de los regímenes totalitarios.
Es decir, con esta denominación desaparece el binomio izquierda-derecha o
comunismo-fascismo y se establece el binomio liberalismo/democracia-totalitarismo.
Si obedecemos a esta teoría, ya mencionada anteriormente, el fascismo, el
comunismo y el nazismo o nacionalsocialismo, quedarían englobados dentro del
totalitarismo por suponer ser movimientos políticos novedosos a los que no
estaba acostumbrada la vieja política europea. Aquí, totalitarismo y fascismo
(y comunismo) serían sinónimos y habría que matizar en las características,
nuevamente, de cada totalitarismo para establecer unos rasgos comunes en los
que el anticomunismo no estaría presente, o no sería premisa indispensable para
que en la práctica se diese el fascismo.
Si obviamos, como hacen algunos autores, la premisa
fundamental del fascismo, el contenido revolucionario, cualquier dictadura
derechista, católica, ultraconservadora, autoritaria o que se sustenta en el
nacionalismo… sería conceptualizada dentro del fascismo. Aquí, salvando también
el periodo y el lugar, entraría en escena el régimen japonés y las constantes
dictaduras americanas, entre otras.
Por todo ello, habría que matizar en las características
comunes que presentan todos los movimientos para llegar a una conclusión que
ahonde, y generalice, en el concepto del Fascismo.
Si atendemos a la palabra fascio, se observa que esta proviene del latín fasces, que hace
alusión al “haz”, es decir, significa “unión de algo”. Una palabra elegida por
los ideólogos del fascismo para designar al movimiento italiano. Con ello, los
fundadores del fascismo declaraban que el movimiento fascista era un movimiento
italiano, un movimiento propio –genuino- que pretendía devolver la grandeza a
Italia y recuperar los territorios irredentos que se les prometió si ganaban la
guerra (cosa que se produjo), además de devolver la dignidad al obrero italiano
y acabar con la política traidora que había llevado a Italia a la miseria
(Mussolini, op. cit.). Además, los apoyos del fascismo no son los mismos que
los que pudo tener el Fascismo Británico, más aristócrata, o la Guardia de
Hierro, con más presencia en los campesinos, o el Falangismo español, donde la
mayoría de sus líderes, salvo alguna excepción (Maestú Barrios, 2003),
procedían de la derecha monárquica o de periódicos derechistas (Milá, op.
cit.). El fascismo italiano se sustenta en las bases sociales, políticas,
vanguardistas… de los excombatientes de la guerra mundial, el nacionalismo,
socialismo y sindicalismo radicales o el futurismo, entre otros, partiendo de
la concepción histórica de la revolución, para cambiar el sistema, y del
nacionalismo que sirviera de nexo a un pasado glorioso como bien puede ser, en
el caso italiano, del Imperio Romano y el proceso de Unificación, del cual
surge el Risorgimento. De ahí que surgiera
el fascismo como un movimiento interclasista opuesto a la lucha de clases del
marxismo.
Por lo general, siendo el fascismo italiano el primer
movimiento de esas características, se denomina fascismo a todos los
movimientos que conjugan las mismas características que el movimiento italiano.
Su denominación es, por tanto, genérica para designar a todos aquellos
movimientos europeos de aquel periodo, aunque cada uno tenga unos rasgos que lo
hagan excepcional y único en comparación con el fascismo italiano. Esto ha
pasado a denominarse fascismo genérico y se estableció en Europa entre 1919 y
1945. Es decir, los movimientos revolucionarios nacionales que surgen en el
periodo de Entreguerras europeo, mediante diversos avatares, debido a que
comparten las principales características del fascismo, son también
considerados fascistas por la historiografía.
***
En este sentido, se observarán el Fascismo Italiano y los
demás movimientos nacionales revolucionarios que nacen bajo su influencia y/o a
imitación de este, y que, por tanto, se pueden considerar miméticos del
fascismo por compartir sus mismas características. Estos ejemplos son Falange Española de las JONS y el Nacionalsindicalismo en la Península
Ibérica, los diversos fascismos franceses, la Guardia Nacional irlandesa y la Unión
Británica de Fascistas de Inglaterra en las Islas Británicas, el Rexismo belga y el Movimiento Nacionalsocialista holandés en los Países Bajos, la Unión Nacional noruega o el Movimiento Lapua en Finlandia como mayor
representante del fascismo en los países nórdicos, la Cruz de Flechas o la Cruz Flechada húngara, la Falange polaca, el Nacionalsocialismo
alemán o el Austrofascismo austriaco
en la Europa Central, además de la Guardia
de Hierro rumana y el Movimiento
Ustacha croata como máximos representantes del fascismo en la Europa
Oriental o Europa del Este, entre tantos y tantos movimientos que hubo.
De aquí parte la teoría sobre el sentido internacional del
Fascismo, que nace con esa vocación, si se quiere –o así lo ha establecido la
historiografía-. Si nos basamos en la financiación de movimientos similares por
parte del Fascismo italiano para conseguir que estos otros movimientos afines
prosperasen y se asentasen, o, incluso, en la propia imitación y asimilación de
pretextos fascistas por parte de los movimientos similares, se podría decir que
sí que supuso un fenómeno internacional, en cuanto a que su novedad residía en
la combinación de nacionalismo y socialismo, imitada por los demás movimientos
en mayor o medida. Sin embargo, aparte de experiencias bélicas como la Guerra
Civil española y la II Guerra Mundial, en la cual desembocaron los principales
movimientos europeos contra el comunismo, se observa que el Fascismo fracasó en
cuanto a intentar una unión de los movimientos afines a este en aquella Europa
de entreguerras. Fracasó porque el principal motivo de su existencia, el
nacionalismo, también fue su principal error debido a que todos los movimientos
tenían muy asentado y asimilado el nacionalismo, lo que provocaría un choque
ideológico-político.
El nacionalismo deriva en el ensalzamiento de un pasado
glorioso, en la grandeza de la patria, en la unidad nacional, en el chovinismo
y patriotismo que ensalzan la figura de la nación propia por encima de las
demás y, en algunos casos, se entremezcla con las tradiciones y costumbres
afianzando, aún más, el componente religioso, racista y antisemita. Sin embargo,
una de las consecuencias del nacionalismo, en cuanto a la política exterior,
inevitablemente se tradujo en irredentismo para Italia o en Lebensraum –teoría del Espacio Vital-
para Alemania, por poner algunos ejemplos, es decir, en una necesidad o
vocación de expansionismo e imperialismo como reconocen los expertos. Un hecho
que provocó un “enfrentamiento” entre los fascismos europeos debido a que sus
intereses nacionalistas chocaban entre sí. Así se pudo ver cuando el
pensamiento de los nacionalistas austriacos o polacos chocaría con la visión de
los nacionalistas alemanes, quienes invadieron sus fronteras, o el nacionalismo
inglés que también chocaría con el alemán debido a la guerra ya que sufrió los
bombardeos de los alemanes[6].
[1] SANCHEZ
DE MADARIAGA, E., Conceptos fundamentales de la historia, alianza editorial,
Madrid, 2007, pp. 53-54
[2] Op. cit.
[3] Una
visión que mantienen, por ejemplo, Francesca Tacchi y Jesús de Andrés ya que
establecen los regímenes de Franco y Salazar como Fascistas dando por hecho que
el fascismo es cualquier sistema autoritario de corte derechista; VV.AA., Atlas ilustrado del Fascismo, Susaeta,
Madrid, 2002
[4] SAVARIANO,
F., “Algunas consideraciones sobre la Revolución Fascista”, Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades,
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México, vol. 20, nº 39, 2011, pp. 38-56.
Se consideró durante mucho tiempo al fascismo como un fenómeno
contrarrevolucionario, sin embargo, el Fascismo Italiano fue una auténtica
revolución moderna que nació en el marco de las revoluciones nacionales del
siglo XX. según el autor, en postura similar a otros, la revolución fascista
sigue el surco trazado por la Revolución Francesa estableciendo un nuevo
paradigma alternativo a la revolución bolchevique de 1917, combinando
nacionalismo y socialismo.
[5] Hasta
1938
[6] En torno
a 1934 se intentó una “Internacional” Fascista, a imitación de la Internacional Comunista, para lograr
unos puntos en común, unidad entre todos los movimientos afines para combatir
al comunismo soviético. Sin embargo, la verdadera Internacional se verá hecha
realidad en 1941, en plena guerra mundial, cuando Hitler declare la guerra a la
URSS y, con ello, la cruzada
anticomunista, que atraerá a todos los movimientos anticomunistas, nacionalistas
y fascistas, a la guerra.
Comentarios
Publicar un comentario