LA II REPUBLICA Y SUS INTENTOS DE GOLPES DE ESTADO

Desde que la corona en 1923 había permitido una dictadura militar en España se sabía que su suerte iría ligada a la suerte de dicha dictadura y aunque en 1930 el rey Alfonso XIII se lavaba las manos poniendo al general Berenguer como personaje transitorio para volver a la normalidad, la corona ya tenía sus días contados.

Así el 14 de Abril de 1931 se proclamó la II República española sin violencia y con un rey que se exiliaba. Pero pronto se vio que la II República, tan esperada, no iba a ser un camino fácil y sus reformas se quedaron en intentos. Pues tras un año de “prueba” se vieron sus debilidades sociopolíticas y tanto militares y monárquicos, como anarquistas, socialistas y comunistas intentaron sucesivos golpes de Estado.

La Republica tuvo que enfrentarse a intentos insurreccionales desde el primer día de su existencia. Hubo intentos de anarquistas en 1931 y 1932, el intento golpista de Sanjurjo en 1932, nuevamente los intentos anarquistas mediante huelgas generales que pretendían desembocar en insurrección armada en 1933 y la continuación, más premeditada, que se convirtió en revolución socialista en 1934. Para concluir, habría que ver el último intento insurreccional, esta vez mediante militares que, al fracasar, se convirtió en Guerra Civil en julio de 1936.

 pronto se vio que la II República, tan esperada, no iba a ser un camino fácil y sus reformas se quedaron en intentos

El Gobierno Provisional de 1931

El Gobierno Provisional es aquel que ostentó el poder desde la caída de la monarquía y su exilio hasta el 9 de diciembre de 1931, fecha en que se proclama la Constitución española. Es decir, podríamos decir que es un gobierno constituyente. Pero, nada más nacer, ya hubo disidencia por parte de sectores anarquistas que veían al nuevo sistema como una “Republica Burguesa”. En un primer momento, aceptaron la republica ya que les unía su odio a la monarquía y la dictadura. No obstante, según Maestú (2012), la II Republica comenzó con una huelga que estaría pensada para convertirse en insurrección. Este intento se dio en la Huelga de la Telefónica (abril-julio), nada más proclamarse la II República. En ella, la CNT quería hacer una demostración de fuerza y medirse con el nuevo gobierno republicano, con el que no tenían ninguna obligación ya que se autoexcluyeron del proceso constituyente.

Básicamente y en resumidas cuentas, la Compañía Telefónica Nacional de España era la única que prestaba servicio de telefonía y durante los años de la dictadura fue mayormente propietaria de ella una compañía extranjera de capital americano, la American Telephone and Telegraph Company (AT&T). Sin embargo, la mayoría de los trabajadores de esta compañía en España eran afiliados o bien a UGT o bien a la CNT, y es aquí cuando viene el problema.

La proclamación de la II Republica supuso para los sindicatos una oportunidad única para lanzarse a la lucha revolucionaria y cumplir sus objetivos. En este sentido, la UGT se desvincularía momentáneamente de la insurrección ya que el PSOE se mostraba afín al gobierno por lo que la CNT tenía el camino libre. Ambas organizaciones sindicales criticaron al gobierno su complicidad con los americanos y el haber vendido Telefónica a una empresa extranjera.

El 4 de julio de 1931 la CNT declara la huelga en Telefónica obligando a los socialistas a decantarse por la moderación o por la radicalidad, siendo la primera opción la escogida. Los socialistas desde este momento quedarán del lado del “gobierno burgués”, según criticaba el anarquismo, y la CNT decidió apoyar a sus afiliados de Telefónica.

La huelga en Madrid fue un fracaso, pero CNT sin embargo convocó una para el 20 de julio de ese mismo año en Sevilla y Barcelona, donde triunfaron. El gobierno decretó el Estado de Guerra y acusó a los anarquistas de pistoleros. La represión fue violenta en Sevilla, sobre todo. La situación se restableció y en agosto se había vuelto a la normalidad. Tras dejar unos 30 muertos y 200 heridos más o menos, supuso el primer pulso a la Republica, la crítica de conservadores que vieron una ligera vuelta a la monarquía y por supuesto la acentuación de las diferencias entre los miembros de PSOE. Además, los anarquistas ya tenían un nuevo enemigo, el gobierno republicano.

 Desde que la corona en 1923 había permitido una dictadura militar en España se sabía que su suerte iría ligada a la suerte de dicha dictadura y aunque en 1930 el rey Alfonso XIII se lavaba las manos poniendo al general Berenguer como personaje transitorio para volver a la normalidad, la corona ya tenía sus días contados

El Bienio Azañista-socialista 1931-1933

El gobierno “transformador” que se crea en diciembre de 1931 contó con la coalición republicana de izquierdas y socialista —a excepción del Partido Republicano Radical— y fue presidido por Azaña. A pesar de ello, las reformas pendientes modernizadoras debían salir a flote en España: modernización de la economía, reforma agraria y educativa, el tema nacional y religioso… medidas que traerían consecuencias para el gobierno. En este contexto, nuevamente encontramos varios intentos insurreccionales.

Entramos en el Bienio Reformista de la mano de una gran conflictividad social y política. En esta época, los grandes sindicatos como UGT y CNT entran en rivalidad por controlar a los obreros, a pesar del intento integrador de Largo Caballero por hacer que los obreros cuenten con más mecanismos, suponiendo esto una vía de “integración” que diese lugar a una reforma social. Pero, el gobierno de Azaña no logró implantar la paz social debido a que tuvo que hacer frente a numerosos levantamientos e insurrecciones. A pesar de ello, Azaña intentó reformar todo un sistema y para ello, en 1931, apenas formado su gobierno, decidió aprobar la ley de Defensa de la Republica en la cual se permitía al gobierno confinar o multar, sin orden judicial, a quienes cometieran actos contra la Republica o la Constitución. Era una ley para velar por el orden público y será esta ley la que traiga consigo numerosos problemas a la hora de justificar actos vandálicos, conspiraciones….


Castilblanco

En diciembre de 1931 la FNTT había convocado una huelga en la provincia de Badajoz contra el gobernador civil y el coronel de la guardia civil por mostrarse contrarios a los trabajadores en esa región. Aunque la huelga, por lo general fue pacífica, en Castilblanco, por ejemplo, no lo fue. En este sentido, los guardias civiles que allí se encontraban intentaron disolver de manera violenta la manifestación. Sin embargo, la consecuencia fue la contraria ya que los trabajadores respondieron y mataron a 4 guardias civiles.

Este hecho tuvo gran transcendencia en España ya que en enero de 1932 la situación comenzó a ser imitada en muchas regiones españolas. Es el ejemplo de Arnedo (Logroño) donde se convocó una huelga por parte de UGT para exigir la readmisión de unos trabajadores despedidos, pero la guardia civil disolvió la manifestación matando a 11 trabajadores y dejando 30 heridos. Esto mismo ocurrirá en Barcelona, en el Alto Llobregat, con la diferencia que aquí sí que se puede hablar de intentona insurreccional. Sin embargo, esta intentona fue repelida nuevamente por las fuerzas de seguridad. Esto le restaba crédito al gobierno[1].

Para más inri, el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil, fue destituido tras lo ocurrido en Logroño, a pesar de que Azaña salió en defensa de la Guardia Civil, desencadenando otro intento insurreccional.



La Sanjurjada

El primer caso problemático fue la Reforma Militar. Pero no fue el único, como se ha visto. Aunque durante el periodo de prueba de la Republica Manuel Azaña ya había propuesto cambios en las Fuerzas Armadas desde su cargo como ministro de guerra, estos se harán efectivos en 1932. En resumidas cuentas, estos cambios suponen acrecentar la fidelidad de militares a la causa del gobierno republicano, dotarle de más estudios y educación y tener el poder de “alejar a los reservistas que no tuvieran destino”, es decir, de deshacerse de generales “molestos”. Si bien esto se cumplió, sin embargo, las disidencias y tensiones dentro del ejército no iban a tardar en aparecer.

Se pretendía, por tanto, reducir plantilla de la antigua y que los nuevos militares fuesen fieles a la república. Se revisarían los ascensos y se pretendía expulsar a aquellos generales veteranos, entre otras cosas. Hechos que no gustaron en el seno del ejército a muchos altos mandos. En marzo de 1932, al aprobarse la Ley de Reforma Militar, se establecía que los militares retirados o en reserva, unos 5.000, podrían perder sus pensiones si se encontraban pruebas de que difamaran contra la Republica, es decir, si se demostraba que atentaban contra la Ley de Defensa de la Republica.

También, la Ley de Reforma agraria que pretendía un mejor reparto del campo y quitar privilegios a los terratenientes que no usaban parcelas, agravó la situación. Y, junto a esta medida del primer gobierno republicano, estaba en juego la aprobación del Estatuto de Autonomía catalán, que suponía el primer paso para que esta Comunidad se independizara de España. Todo ello, como argumenta Santos Juliá (2000), agravantes para el fracaso del intento golpista de Sanjurjo.

Estas leyes fueron las consecuencias directas del intento de Golpe de Estado del general Sanjurjo, además, claro está, de que el general Sanjurjo fue destituido en enero de este año tras los diversos levantamientos y huelgas que hubo, sobre todo en Badajoz, Logroño y Barcelona y la dureza con la que fueron reprimidos por la guardia civil. Aquí se puede hablar de un intento de golpe de estado al intentar tomar el poder por la fuerza los militares para, con ello, cambiar la situación política. Sin embargo, la manera en la que se llevó a cabo podría decirse que sería similar a un pronunciamiento como los del siglo XIX español, presentes en todo el siglo.

En agosto de 1932 el general Sanjurjo encabeza un intento de Golpe de Estado que fracasará y que no tenía tintes exclusivamente políticos, sino que muestra el malestar de una parte de los militares. Solo fue apoyado en Sevilla y por una parte del ejército por lo que estaba destinado a su fracaso inmediato. Supone el primer intento violento de cambiar el poder desde la implantación de la II República española y puso de manifiesto el error político de afirmar que la república había sido aceptada por todos. Aunque se habían previsto levantamientos en casi todas las capitanías generales y que estos confluyesen en Madrid, tras haber decretado el Estado de Guerra en la región andaluza el general Sanjurjo, estos no tuvieron éxito y solo fue apoyado el pronunciamiento en Sevilla y Alcalá de Henares[2].

Acto seguido, en Sevilla comunistas y anarquistas decretaron una huelga general que Sanjurjo no pudo repeler. El gobierno por la tarde tenía la situación controlada, sin embargo, Sanjurjo junto al  general García de la Herrán y el teniente coronel Emilio Esteban Infantes huyeron hacia Portugal pero fueron interceptados en Ayamonte. Además, en Sevilla ardieron varias casas y clubes de la aristocracia. A pesar de querer evitar el Estatuto de Autonomía y la Ley de Reforma Agraria, tras el fallido Golpe de Sanjurjo, estas medidas se aprobaron rápidamente.


Casas Viejas

En enero de 1932 se proclamó la revolución en el Alto del Llobregat, pero sus consecuencias fueron mínimas habiendo numerosos anarquistas detenidos. Habría que esperar un año para una intentona insurreccional de verdad.

En enero de 1933 se decretaba una huelga en el sector ferroviario, pero no había unanimidad entre los comités regionales ni los nacionales, por lo que el resultado fue caótico ya que la CNT decía una cosa y la regional otra. Al final fue la Federación Nacional de la Industria Ferroviaria (FNIF) quien convocó una huelga general. Cierto es también que días antes los ánimos huelguísticos estaban calientes y se preveía una huelga con éxito en España, así lo constatan ciudades como Valencia, Barcelona, Asturias, Sevilla, Madrid o Zaragoza entre otras, donde se registraron incidentes de carácter revolucionarios. En varios ayuntamientos se declaró oficialmente el Comunismo Libertario como en Pedro Muñoz (Ciudad Real), Bugarra (Valencia), La Rinconada (Sevilla), Casas Viejas (Cádiz), pero será en este último donde hubo más transcendencia por su repercusión violenta. La insurrección del día 8 de enero la encabezaba el Grupo Nosotros con Ascaso, Durruti, García Oliver y Rafael Escartín, entre otros, a la cabeza.

Los anarquistas, la mayoría campesinos locales afiliados a la CNT, tomaron el cuartel de la Guardia Civil de Casas Viejas el día 11 de enero donde, según Juan Avilés (2013), se hicieron fuertes y después tras la llegada de varios policías más, los anarquistas se refugiaron en una casa que defendieron a tiros. La Guardia de Asalto inició una dura represión y quemó la casa en la que se encontraban los anarquistas.

En los sucesos de Casas Viejas murieron unos 22 campesinos aparte de dos guardias civiles y un guardia de asalto. Y aunque la represión la realizó el capitán Rojas, el protagonista iba a ser el presidente del gobierno Manuel Azaña, ya que saldría perjudicado pues se le propuso una moción de censura por tales actos.

Esto llevaría directamente a otras elecciones en España, en ese año de 1933. Así, aunque Azaña defendió a las fuerzas del orden en Casas Viejas, tanto la derecha como los republicanos radicales realizaron una campaña en contra de Azaña creándose una crisis de gobierno. Aquel noviembre de 1933 trajo consigo a las derechas en el poder, unas derechas que durante este primer bienio, como apunta Pedro Carlos González (2000) se reconstruyeron de la mano de Gil Robles.

 

El Bienio Radical-Cedista 1933-1936

    Tras las elecciones de 1933, que ganaron conjuntamente los republicanos radicales y los republicanos de la derecha, aparece el Bienio Negro o Bienio Rectificador, de carácter puramente conservador en el que se echó atrás cualquier reforma antes decretada. Así el gobierno de Lerroux fue apoyado por la coalición derechista de la CEDA de Gil Robles. Un bienio que nada más empezar ya tuvo que hacer frente en diciembre de 1933 a un intento insurreccional anarcosindicalista en Llobregat, Aragón, La Rioja y Badajoz, entre otros sitios a destacar.

Nuevamente la represión fue durísima contra los sindicalistas así como el cierre de locales mientras que la persecución de los insurrectos fue la tónica del gobierno. Sin embargo, hay que esperar unos 10 meses a que aparezca la revolución de verdad.

 


La Revolución de Octubre

La Revolución de Octubre no puede entenderse sin su contexto más cercano, el triunfo electoral de las derechas a finales de 1933. Además, el nacional-sindicalismo ya era una realidad política que quería aspirar a rivalizar con UGT y CNT, mientras FE y las JONS se fusionaban a principios de ese año.

Los sectores obreros temían por su futuro ante la acción política de radicales y cedistas, (Santos Julia). Por ello, se creó la Alianza Obrera en la que se integraron las fuerzas obreristas, socialistas y comunistas en su mayoría. El 9 de septiembre de 1934, Gil Robles realizó una concentración en Covadonga mientras el temor a un golpe fascista crecía. Para evitar esto, según Juan Avilés (2008), Alianza Obrera propuso una huelga general que debería desembocar en insurrección armada en toda España. El PSOE había ido introduciendo y escondiendo armas por las principales regiones españolas, sobre todo en Asturias, Madrid, Bilbao, Barcelona….

Los anarquistas esta vez, no se sumaron al golpe, como establecen Teresa Abelló (1997) y Juan Avilés (Op. Cit.), excepto en Asturias, y el día 5 de octubre, tras la creación de un nuevo gobierno radical-cedista, comenzó la insurrección. Una insurrección que fue secundada en Barcelona, Madrid y Asturias principalmente. En Madrid los insurrectos salieron a la calle y hubo disparos contra las fuerzas del orden pero en apenas un día fue sofocada. En Cataluña se proclamó el Estado Catalán, independiente de la República, un Golpe de Estado, a través de Lluís Companys. En Asturias fue donde verdaderamente triunfó la revolución ya que los mineros en seguida pasaron a la acción, coordinada perfectamente por comunistas, socialistas y anarquistas. Aquí se decretó el Estado Libertario y se leyó un manifiesto revolucionario y socialista. Fue en Asturias donde se puso resistencia verdaderamente férrea, ya que los socialistas y comunistas rindieron varios cuarteles de la guardia civil mientras en apenas unos días ya contaban con un ejército “rojo” de unas 30.000 personas. En toda la región asturiana se crearon milicias y se proclamó el Estado Socialista.

El gobierno lo consideró como un intento de guerra civil y realizó una durísima represión tanto en Barcelona como en Asturias.

En Barcelona fueron detenidos y, posteriormente, encarcelados, los participantes en el proceso del Estado Catalán. Sus líderes pasaron a consejos de guerra. En Cataluña hubo 50 muertos y 3.000 detenidos.

En Asturias, la represión corrió a cargo de los generales Franco y Goded que comandaban las tropas africanas de legionarios y regulares. La represión fue durísima y se estima que las victimas rondaron entre 1.500 y 2.000 muertos. En Asturias, los revolucionarios mataron a 40 religiosos y la ciudad de Oviedo quedó arrasada.

Los detenidos alcanzaron la cifra de unas 30.000 personas en toda España y el ejército fue el principal protagonista, un ejército que ya miraba y se organizaba hacia el futuro de la mano de los represores de la revolución de octubre. Tras ello, FE de las JONS realizó una multitudinaria manifestación en Madrid en la que clamaba por la unidad nacional mostrando su apoyo al gobierno[3]. En Andalucía y Cataluña los locales sindicalistas fueron cerrados, muchos se tuvieron que exiliar y otros fueron detenidos o perseguidos por la justicia.

La revolución solo triunfó en Asturias gracias a que la coordinación fue bastante buena entre obreros, mineros y mandos revolucionarios y, además, porque los anarquistas se sumaron a las Juventudes Socialistas de Largo Caballero, a UGT y a los comunistas, siendo el afán revolucionario su premisa. En Barcelona se aprovechó la situación para proclamar la Independencia y en Madrid las órdenes no estuvieron claras. Sin embargo, el suelo y la orografía asturianos ponen de manifiesto un terreno a favor de los revolucionarios que, aprovechando el armamento y las minas, decretan el Estado Socialista (dándose un Comunismo libertario, anarquismo y colectivización e individualismo…). En tales casos, España estuvo dos semanas bajo el Estado de Guerra y el gobierno aprovechó aumentando su poder.

Tras la Revolución de Octubre, la mayoría de los grupos políticos, asociaciones y partidos comenzarían a rearmarse y entrenarse en esferas paramilitares[4]. Así lo haría el PSOE y el PCE que se encuadrarán en milicias, a las órdenes de Moscú, y así lo harían los carlistas formando requetés, la Falange formando escuadras…. Tras ello, España se autodestruía internamente y el pistolerismo tomaba cuerpo a partir del año 1935.

La izquierda radicalizada entendió que debía hacer un bloque conjunto si querían ganar a las derechas y las derechas hicieron lo mismo, la sociedad se bipolarizó de manera extrema entre derechistas e izquierdistas (Bloque Nacional y Frente Popular respectivamente) desembocando en 1936 en una guerra civil.

 

El periodo Frentepopulista y el inicio de la Guerra Civil

    Si bien la situación sociopolítica en España a partir de octubre de 1934 era ya violenta y convulsa, las derechas e izquierdas formaron bloques comunes para presentarse en las elecciones de febrero de 1936. Así, las izquierdas se unieron en el Frente Popular mientras que las derechas se presentarían unidas en el Bloque Nacional.

En este sentido y muy bipolarizada la política española, las elecciones las ganó por un discutido margen de votos el Frente Popular.

A partir de febrero de 1936, España iba directa a la guerra civil, pues comenzó de nuevo la quema de conventos, la radicalización aumentó y las persecuciones ideológicas también, cada bando ya era inconciliable con el otro y la República tomó la deriva comunista a las órdenes de la URSS. En esta época las conspiraciones contra la república eran una realidad y una parte de los militares, grupos fascistas, grupos derechistas y ultracatólicos comenzaron a unirse ante lo que sería una sublevación, que estaba prevista para finales de Julio y principios de agosto pero que, sin embargo, fue adelantada con el asesinato del líder derechista Calvo Sotelo a manos de militantes socialistas.

Así, el Frente Popular ya muy radicalizado, comenzó a establecer rápidamente las reformas que en el primer bienio se habían propuesto, la violencia política aumentó, la situación económica empezó a decaer drásticamente y la conflictividad social era el pan de cada día, vuelve la lucha contra la religión y la lucha de clases, el sueño revolucionario y aparece el pistolerismo como nunca antes se había visto en España. Todo ello hasta que las fuerzas del orden republicanas asesinan a Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio de 1936.



 La sublevación del 17 de julio

Aunque los militares como Sanjurjo, Queipo de Llano, Mola, Goded, Franco, Millán Astray, Fanjul, entre otros, llevaban desde marzo preparando una sublevación, esta no será posible hasta el 17 de julio de 1936, cinco días después del asesinato de Calvo Sotelo. A partir de la muerte del líder conservador los militares dudosos, como Franco, se lanzaron a coordinar la insurrección. A esta se sumaron las fuerzas monárquicas y derechistas además de los requetés carlistas y los nacionalsindicalistas de FE de las JONS.

La madrugada del 17 de julio los militares golpistas de Melilla son descubiertos por guardias republicanos que más tarde se rendirán ante estos. Este hecho hace que la sublevación militar se adelante a la fecha establecida. Durante los tres días siguientes el golpe insurrecto se extiende a Canarias, la zona española marroquí y Baleares, además del sur de España y parte del levante.

El golpe fue un fracaso ya que los militares, como establecen Payne y Preston, entre otros, no se hicieron con los centros neurálgicos de poder como Madrid, Valencia o Barcelona, sin embargo al extenderse degeneró en guerra civil. A pesar de ello, los sublevados controlaron el tercio norte español con ciudades bajo su poder como Zaragoza, Valladolid, Salamanca, Burgos, Cáceres, Álava, Galicia y Navarra.

El Golpe de Estado quedó en intento y de la insurrección armada se pasó rápidamente a un conflicto bélico de carácter civil, político, social e internacional. Las tropas sublevadas contaron desde el primer día con el apoyo de alemanes e italianos además de las milicias carlistas y falangistas, hecho sin duda fundamental que les permitió desde el día 18 de julio controlar el estrecho de Gibraltar y por ello permitir y controlar el paso de tropas desde África a la península. Tras ello, se decreta el estado de guerra en España y aparece un conflicto armado que durará unos tres años, hasta el 1 de abril de 1939 cuando Franco anuncia su victoria y establece una dictadura.

 

Si bien la República fue acogida rápidamente, este sueño igual que vino se esfumó pues dejaba muchos problemas y debilidades al descubierto, ante una sociedad todavía atrasada y con trabas en la modernidad

Conclusiones

Si bien la República fue acogida rápidamente, este sueño igual que vino se esfumó pues dejaba muchos problemas y debilidades al descubierto, ante una sociedad todavía atrasada y con trabas en la modernidad. Las reformas republicanas estaban llenas de deseos buenos en su mayoría, pero hicieron que una gran mayoría se resistiese a ellas. Además, la República desde sus inicios contó con enemigos tanto desde la izquierda como desde la derecha y serán las reformas en combinación con los enemigos los causantes de los diversos y múltiples intentos insurreccionales.

Como se ha visto, tanto anarquistas como militares estuvieron presentes siempre protagonizando intentos insurreccionales desde el primer momento. A pesar de ello, el punto inflexivo fue el año 1934 que para muchos historiadores es el inicio de una guerra civil. Sin embargo esta fecha verdaderamente es el preludio de lo que ocurriría el 18 de julio de 1936. Aunque los dos golpes a la república más destacados sean los de octubre de 1934 y julio de 1936 cabe decir que la república en todo su tiempo había sufrido constantes ataques insurrectos destinados a cambiar de gobierno o de sistema y que a su vez las autoridades competentes del momento no tomaron medidas drásticas para evitar golpes futuros, sino que más bien se iban poniendo parches hasta que realmente estalló la situación en 1936.

Por tanto, la república de 1931 estaba condenada a muerte por militares, izquierdistas y derechistas, así como por regionalistas e independentistas. En el caso de los fascistas no debe sorprendernos su actuación pues eran una fuerza mínima en España si lo comparamos con Europa y hasta 1937 realmente no pueden ser considerados como movimiento.

La república de 1931, pues, estaba muerta antes de nacer ya que no resolvió problemas anteriores, sino que tomó nuevas medidas y reformas que a su vez le traerían más enemigos ya que estas se quisieron hacer muy rápido y con los cambios de gobierno se derogaban o volvían imponerse según convenía al gobierno de turno.

La sublevación militar de 1936 pone de manifiesto una gran evolución en el ejército en cuanto al pronunciamiento clásico que venía practicándose desde el siglo XIX entre los altos mandos militares que cambiaban de gobierno cuando les parecía. El intento insurreccional de 1936 es una táctica que cuenta ya con aliados externos y población civil, sin embargo, fue el fruto de una guerra.

En este sentido, como se ha visto, la República quedó abandonada a su suerte en Europa que no contó con el apoyo de las potencias democráticas. Su aliado fue la URSS en la guerra civil, mientras que en el exilio el país a destacar fue México ya que fue donde se reformuló la República.

 

Bibliografía

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AVILES FARRE, J., La daga y la dinamita. Los anarquistas y el nacimiento del terrorismo, Tusquets, 2013, Barcelona

GONZALEZ CUEVAS, PEDRO C., Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000

JULIA, S., Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000

MAESTU BARRIOS, C., Los enamorados de la revolución. La Falange y la CNT durante la II República, Plataforma 2003, Madrid, 2012

MATEOS, A., Historia del antifranquismo, Flor del viento, Madrid, 2011

PAYNE, STANLEY G., Falange: historia del fascismo español, Sarpe, 1986

TUSELL GOMEZ, J., Historia de España en el siglo XX. II La crisis de los años treinta: república y guerra civil, Taurus, Madrid, 2007

VV.AA., Historia política 1875-1939, istmo, Madrid, 2002

VV.AA., Historia de la Falange Española de las JONS, Susaeta, Madrid, 2016

 



[1] VV.AA., Historia política 1875-1939, istmo, 2002, Madrid, pp. 345-349

[2] VV.AA. 2002, Op. Cit.

[3] VV.AA., Historia de la Falange Española de las JONS, Susaeta, Madrid, 2016

[4] VV.AA., Op. Cit., 2002



Álvaro González Díaz 

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