EL CONCEPTO DE NACION: RACIONALISMO VS ROMANTICISMO
Según
la RAE el nacionalismo es un “Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación
y de identificación con su realidad y con su historia”. Pero también sería la
“Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a
constituirse como Estado”. Es decir, aparecen dos definiciones, por un lado, la
de un sentimiento fervoroso en relación con la historia y la cultura y, por
otro lado, la ideología de un pueblo que se relaciona con el Estado, y con su
constitución.
En la concepción
racionalista encontramos a personajes de la Revolución Francesa, como
Emmanuel-Joseph Sieyès. Por lo que esta concepción no existiría sin dicha
revolución. En cuanto a la concepción romántica de nacionalismo nos tenemos que
desplazar a Centro Europa, concretamente a Alemania, de la mano de personajes
como Fichte, Herder y Müller, entre otros. Mientras que la primera
conceptualización tiene un carácter más moderado y progresista, la segunda se
muestra más conservadora y quizá sea la que más se ha asociado con el
nacionalismo como tal.
El concepto de nación en el ciclo de la revolución francesa. El nacionalismo racionalista/cívico
Con
la Revolución Francesa de 1789 y concretamente con su constitución de 1791 nace
un concepto nuevo de Nación, y una forma nueva de nacionalismo. Según los
autores, este concepto se ha denominado Concepto Racionalista y fue introducido
por Emmanuel-Joseph Sieyès.
Sieyès fue cabildo, es
decir, un clérigo que ocupaba un cargo con una renta. En su evolución política
acaba formando parte de los Estados Generales y será muy influyente en la
elaboración de la constitución francesa de 1791 así como, posteriormente, en la
de 1795 de Napoleón. Es un personaje bastante importante e influyente ya que
además participa activamente en los acontecimientos revolucionarios, por lo que
su autoridad en la concepción sobre “la nación” es incuestionable debido a que
es protagonista directo de esta época. Aparte del protagonismo en la vida pública,
el autor influye en la constitución de 1812 de España, por lo que su autoridad
se acrecienta también por sus concepciones y aportaciones sobre las
constituciones.
El autor escribe un
folleto propagandístico, de lucha, en 1789, ¿Qué
es el Estado Llano?, siendo coetáneo a los acontecimientos revolucionarios.
Escribe en los momentos previos al estallido de la revolución en una época
abierta al debate político, siendo en estos momentos diputado del Tercer Estado,
consecuente con lo que escribe.
En este caso, el destinatario
de dicho ensayo es el pueblo francés en general, destinado a la opinión pública,
como método para aunar fuerzas en un momento crítico para la nación francesa,
pues en un primer momento la revolución supuso un caos horrible.
Por otro lado, la intencionalidad
del autor será legitimar y justificar el movimiento revolucionario, aportando
el cuerpo ideológico necesario para este. Su grado de veracidad tiene gran
exactitud pues realiza una caricatura de la nación, ya que a raíz de aquí
movilizará a un grupo social y con la pretensión de agitarlo políticamente por
medio de unas reivindicaciones. Con ello, da una visión peyorativa de la
nobleza y el clero, pues son una clase ociosa que no contribuye al movimiento general
de la sociedad, siendo esta imagen la típica de las clases burguesas.
Entre sus ideas
principales encontramos la importancia del Tercer Estado para construir la
nación, es decir identifica a la nación con un grupo social, el Tercer Estado.
Aquí, la idea de nación, según el autor, es que esta está constituida por un
cuerpo de asociados que a su vez tienen una voluntad de crear la nación bajo
unas mismas leyes, introduciendo con ello la cuestión de representación con una
legislatura única. Critica a una sociedad que solo piensa en el ocio e impide
progresar, por eso será fundamental su visión negativa hacia los estamentos.
El autor engloba en la
nación al ciudadano y de este modo acabará con los privilegios, apareciendo un
nacionalismo cívico y político en el cual el ciudadano es la base fundamental,
hasta este momento ignorado, que tiene representación y una misma legislatura,
es decir, igualdad política e intereses comunes con los poderes divididos en
diferentes personas que representan al cuerpo de asociados. Para Sieyès eso es
la nación. Aunque las teorías de Sieyès son novedosas en la época en la que se
encuentra, a su vez ayudan a crear una conciencia política que terminará por
abolir la sociedad de estamentos, pero también sus ideas serán fundamentales a
la hora de realizar un estado constituyente y liberal. La nación será el Estado
llano.
Por lo tanto, el ensayo
de Sieyès, en resumidas cuentas, está escrito con una clara intención, para modificar
esa estructura política evolucionando hacia estructuras nuevas que permitan el
progreso de una sociedad igualitaria y unida en torno a unas leyes comunes.
Sieyès fue muy importante
no solo en Francia sino que en el ámbito conceptual de la constitución y de la nación
sus ideas fueron innovadoras en tanto se pusieron en marcha además en otras
naciones pues influyó directamente en la elaboración de las constituciones de
1791 en Francia y en 1812 en España. Además Sieyès influirá en las generaciones
revolucionarias, tras las doctrinas del liberalismo ilustrado.
El concepto de nación en el romanticismo alemán. El nacionalismo organicista/romántico
Al
contrario que en Francia, la situación es diferente por varios motivos y aunque
los autores alemanes buscarán lo mismo que Sieyès, la propaganda, lo harán
mediante otra visión sobre la nación. En primer lugar y como factor importante,
la época de los autores alemanes es después de la Revolución Francesa y por lo
tanto su territorio se encuentra invadido y ocupado por Napoleón, hecho que será
crucial para que el romanticismo aflore de un modo más radical que en Francia. Los
ensayos de los autores alemanes pretenden ser discursos destinados directamente
a incidir en el pensamiento, sentimiento más bien, nacionalista de los
alemanes.
Aunque se trata de varios
autores, a diferencia del caso francés, estos a su vez son coetáneos y por lo
tanto su sentimiento está basado en las mismas vivencias históricas. En primer
lugar, Fichte muy influyente en esta época, filósofo alemán de gran importancia
en la historia del pensamiento occidental pues es continuador de la filosofía
crítica de Kant e influyente en Schelling y en la filosofía del espíritu de
Hegel. Así mismo, y por todo ello, es considerado uno de los padres del llamado
idealismo alemán. A continuación, Herder también filósofo, teólogo y crítico
literario alemán. Sus escritos contribuyeron a la aparición del romanticismo
alemán, influyó en el movimiento “Sturm und Drang” (Tormenta e impulso), e
inspiró a muchos escritores, como a Goethe, entre otros. Por último,
encontramos a Adam Müller, escritor, crítico, economista y político alemán,
impulsor y teórico de la Escuela Romántica Alemana. Fue coetáneo a Fichte y
participó en el Congreso de Viena de 1815, además de tener relaciones con Metternich
en Viena.
Aquí, en Alemania y en
similitud con la situación de Francia, el destinatario es el mismo, en este
caso, el pueblo alemán, pero también se realiza una crítica a las clases
acomodadas a las cuales también va dirigido el mensaje pues, según los autores,
son las que deben dar ejemplo.
En el momento de la
composición de los textos, se observa una autoría indiscutible de los autores al
ser protagonistas de los acontecimientos. Fichte y Müller son coetáneos y ambos
se influyen en sus críticas, sus textos datan de los años 1807 (Discursos a la nación alemana) y
1808-1809 (Elementos de Política)
respectivamente, mientras que Herder es anterior a estos, siendo sus textos de
1784 a 1791 (Ideas para una Filosofía de
la Historia de la Humanidad). Aun así, las circunstancias son las mismas,
pues tanto unos como otros escriben en tiempos cruciales e importantes para lo
que hoy en día es Alemania.
En los 3 autores se
observa lo mismo, y es que están viviendo una época convulsa en su Estado, están
en guerra contra un enemigo invasor. Aquí nace un concepto de nación distinto
al que se había proclamado años atrás en la Revolución Francesa, nace el
sentimiento de pertenencia a una tierra, a un pueblo, es un nacionalismo
distinto en el que el individuo es el portador de una raza, cultura o etnia
similar ya que, según lo anterior, muchos individuos cohesionados al juntar
estos rasgos formarán la nación, tan soñada y anhelada por los alemanes. Aquí,
el individuo no crea la nación basándose en unas leyes comunes, sino que sus
leyes comunes se ven formadas a través de la historia, es decir, es la cultura
de los hombres la que genera el nacimiento de una nación. El momento de su
composición es de vital importancia, pues los estados alemanes están sufriendo
una invasión de un ejército extranjero, concretamente, el ejército francés con Napoleón
a la cabeza, hecho fundamental para el florecimiento de un nacionalismo más
radical que el francés.
La intencionalidad de
estos autores, al publicar su pensamiento político-filosófico, es bien clara,
pues estos discursos van encaminados a despertar un sentimiento nacionalista
organicista, diferente del que propone Sieyès pero con la misma finalidad. El
individuo alemán, según Fichte, tiene un pasado histórico común y debe
despertar frente a los ejércitos invasores, pues su nación -por medio de la
lengua o la etnia- se está viendo atacada y esos valores pueden caer en el
olvido, quedando el pueblo alemán sin identidad.
Fichte, en sus discursos, menciona la importancia que
tiene el idioma en el individuo, el idioma es convertido en un arma de
sentimiento y de lucha nacional que siempre acompaña al individuo y que, por
ello, le une con los demás individuos del mismo idioma. El idioma genera una
nación unida un “todo compacto”. Este texto se produce en una época en la que
Alemania estaba invadida por la Francia de Napoleón por lo que el autor intenta
despertar un sentimiento nacional llegando a proponer la creación de un Estado-nación
alemán libre de la ocupación francesa. Se observa muy bien el concepto
nacionalista romántico o étnico y supone el nacionalismo más “extremo” ya que
aquí el individuo es un componente de la nación pero a través de su tradición
histórica común, a diferencia del nacionalismo cívico que propone Sieyès en
donde el individuo es un ciudadano de la nación con unas leyes comunes.
En la misma línea, Herder
habla del Volkgeist o “espíritu del pueblo” (ideas para una filosofía…) como el elemento fundamental de una
nación, siendo la tradición y la cultura del hombre la que forma esa nación y
que se transmite genéticamente, como la raza o la etnia, por lo que la nación
supone un legado de los antepasados que sirve de modelo para la nación. También
Herder compara a la nación con una familia que está unida, la familia estaría
formada por diversos individuos “bajo un mismo cetro”, es decir, la cohesión de
ese conglomerado de personas formaría la nación, pero para que esta familia sea
realidad debe compartir el mismo pasado. El estado ahora es una “maquina
estatal” formada por esas razas que le dan vida y cohesión, pues la historia
demuestra unos hechos, un pasado común a todos los alemanes.
Por último, Müller (Elementos de política), al igual que Fichte
en su obra, está influido por la entrada de un invasor en su patria por lo que
su discurso intentará también despertar ese sentimiento nacional en la gente,
de ahí que se refiera en su teoría a “este momento desdichado”. En su texto se
observa como principal la justificación de la lucha del individuo para defender
sus “respetos”, es decir, el hombre lucha por una dignidad que le ha sido
arrebatada y debe recuperarla. Al igual que los demás autores, justifica la
nación como un conglomerado de personas que comparten un pasado y que,
generación tras generación, han ido formando esa tierra en la que viven
garantizando a su vez la unión de esa nación. Aquí el autor llama a su nación
“inmortal comunidad” que se hace patente en muchas familias con unas costumbres
y leyes comunes.
"El concepto de nación surge en el siglo XVIII con la Revolución Francesa como trasfondo histórico, a través de las ideas revolucionarias y mediante Sieyès y, desde Alemania, mediante Fichte, Müller y Herder".
En resumen, la idea
principal del concepto organicista de nación, para los alemanes, sería la
exaltación de un pasado histórico que comparten todos los alemanes como vía
para crear un sentimiento nacionalista y una nación fuerte, siendo primordial
para todos la lengua, raza y tradiciones frente a todo lo francés.
Aquí, el sentido de los
términos más característicos es que nace un concepto de nación distinto al que
se había proclamado años atrás en la Revolución Francesa, nace el sentimiento
de pertenencia a una tierra, a un pueblo, es un nacionalismo distinto en el que
el individuo es el portador de una raza, cultura o etnia similar y que muchos
individuos, cohesionados entre sí, al juntar estos rasgos son los que formarán
la nación. Aquí, el individuo no crea la nación basándose en unas leyes
comunes, sino que sus leyes comunes se ven formadas a través de la historia, es
decir, es la cultura de los hombres la que genera el nacimiento de una nación.
Se observa también que
estos autores con sus textos tuvieron una gran proyección hacia el futuro. En
primer lugar, sus influencias llegan al pensamiento de autores importantísimos
como Schelling, Kant o Goethe, entre otros. Pero sobre todo fundamentan las
bases de un Romanticismo clásico que influirá en los muchos movimientos
revolucionarios que surgirán tras el congreso de Viena, sobre todo en las
Independencias de países, a partir de 1820, o las revoluciones de 1848 en
adelante. También, cabe decir, que estos autores son primordiales para el
idealismo alemán, al cual contribuyen y enriquecen, teniendo consecuencias más
adelante en la Creación de la Nación Alemana y después en el surgimiento del
III Reich.
Conclusiones
En
resumen y para contrastar ambos términos, se podría sacar en claro que el
concepto de nación surge en el siglo XVIII con la Revolución Francesa como trasfondo
histórico, a través de las ideas revolucionarias y mediante Sieyès y, desde
Alemania, mediante Fichte, Müller y Herder.
Sin embargo, este término
tuvo una doble vertiente pues no será igualmente interpretado por los franceses
que por los alemanes, a pesar de nacer el concepto de nación en el mismo
contexto histórico. Así, mientras los franceses creen que la nación la crea el
hombre y que para ello debe convivir a través de unas leyes y códigos que
engloben a todos ellos por igual logrando una convivencia efectiva, los
alemanes, por el contrario, lo asumen como un órgano en el que el hombre no
crea nada sino que ya estaba creado y el hombre es quien lo mantiene con el
paso de la historia, que comprende a su vez un idioma, una cultura, etnia y
tradiciones comunes.
Sea como fuere, el
nacionalismo ha quedado para el resto de los tiempos englobado en la concepción
organicista pasando desapercibido, para la gran mayoría de políticos,
historiadores…, el concepto cívico de nación. Se observa por tanto que el
nacionalismo surge con la revolución Francesa ya sea para crear la revolución
como para luchar contra ella como es el caso alemán. En tales casos, los
conceptos de nación van destinados al pueblo y suponen una crítica a las clases
altas y al clero y, además, pretenden ser discursos que despierten el ardor
combativo de un pueblo, hasta entonces siervo y sin derechos así como carente
de un papel protagonista en la sociedad y en la vida política.
Hasta el surgimiento del
socialismo como ideología, el nacionalismo será el garante del pueblo a lo
largo de la primera mitad del siglo XIX estando presente en la sociedad y
siendo a su vez un motor socio-económico y político muy importante. Ahora el
pueblo tiene un papel crucial en la sociedad, a partir de aquí concebida dentro
de la Nación, la cual le protege por unas leyes englobándole como igual a otro
hombre o culturalmente portando los mismos rasgos y derechos históricos que
otros hombres de su misma etnia. En tales casos, la nación queda delimitada por
unas fronteras y dentro de ellas es donde se aplica el nacionalismo, es decir,
dentro de esas fronteras aparecen los derechos, constituciones y leyes para el
pueblo pero, también, las costumbres, cultura e historia que el pasado ha ido
manteniendo como nexos de unión.
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