FIUME Y EL NACIMIENTO DEL FASCISMO ITALIANO
Sin
entrar en el debate sobre si el fascismo italiano que nace en 1922 fue el
primer movimiento de tales características ideológicas, sí que es conveniente
analizar los acontecimientos de 1919 acaecidos en la ciudad de Fiume. Mucho se
ha hablado sobre si Mussolini fue el precursor de un movimiento que tomó fuerza
en el siglo XX, pero a veces, a la hora de analizar este nuevo fenómeno,
obviamos que hubo unos antecedentes para que el Fascismo se pudiera implantar
y, así mismo, hacerlo de la manera que se hizo.
En este sentido, la
ciudad de Fiume no fue elegida al azar, ni el hombre designado para tomarla
tampoco. Fiume, situado en la costa de Dalmacia, es considerado un territorio
irredento para los italianos tras la I Guerra Mundial, ya que se les había
prometido por los aliados, pues Italia había combatido del lado de estos
durante la contienda. En este sentido, acabó la guerra y dicho territorio quedó
bajo la tutela de la Sociedad de Naciones, siendo un Estado Libre, un hecho que
los italianos no toleraron. Es aquí cuando nace la teoría de la “victoria
mutilada”, pues los italianos se sienten utilizados y engañados por los aliados
al ver que no cumplen sus promesas tras la guerra.
Italia había salido
victoriosa de la Primera Guerra Mundial contra los Imperios Centrales. No
obstante y a pesar del triunfo, los Aliados trataron al gobierno de Roma como
si fuese uno de los países vencidos. De hecho, el ninguneo al que fue sometida
Italia se tradujo en no entregar todos los territorios que se habían prometido
a los italianos en los Balcanes (Susak, Dalmacia, Fiume y Valona)[1], ni siquiera
compensaciones económicas que reparasen la ruina industrial y económica a la
que había sido sometida la nación por ayudar a Gran Bretaña y Francia. Por si
fuera poco, estas potencias no sólo no cumplieron con lo pactado, sino que
además cedieron todos los territorios prometidos a los italianos al Reino de
los Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia). Aquella traición generó un
fuerte revanchismo en Italia que derivaría en un conflicto nacionalista por la
región conocido como “la Crisis de Fiume”.
Fiume, situado en la costa de Dalmacia, es considerado un territorio irredento para los italianos tras la I Guerra Mundial, ya que se les había prometido por los aliados
La ciudad de Fiume será
el antecedente de la puesta en escena para los fascistas. El poeta y militar
Gabriele D´Annunzio tomará Fiume en 1919, un hecho aislado de no ser por la
manera en la que se llevó a cabo. En Fiume se pone en marcha el ritual –o la
estética- fascista, un hecho que Mussolini verá como positivo y que después
pondrá en marcha para su movimiento.
Si bien los fascistas
contaban a estas alturas con numerosos y diversos apoyos como socialistas y
sindicalistas revolucionarios y nacionalistas, futuristas y ex combatientes de
la I Guerra Mundial, también habría que establecer que en Fiume nacería la
estética y el ritual fascista, la puesta en escena y la atracción por las masas
sociales. Es decir, el fascismo fue un movimiento que se teorizó una vez que
surge, sus postulados ideológicos se van definiendo a medida que toma fuerza, y
por ello, quizá, se vio en Fiume la antesala de lo que sería el movimiento
gracias a la acción de Gabriele D´Annunzio.
En Fiume se despliega el
rito y la parafernalia de lo que después sería el Movimiento Fascista. Aparece así
el discurso y la estética, la poesía, la épica… En Fiume se saludó brazo en
alto y se desplegaron las banderas italianas al modo que, más tarde, hará
Benito Mussolini. En resumidas cuentas, ¿se podría decir que el Fascismo, tal y
como lo entendemos, nació en Fiume? Y es que unos meses antes, concretamente el
23 de marzo del mismo año, se producía la concentración de unos centenares de
primigenios fascistas en la Piazza di San
Sepolcro y unos años más tarde, el 29 de octubre de 1922, se produciría la Marcha
sobre Roma. Estos hechos supondrán un antes y un después en el fascismo
italiano, situándose la acción de Fiume en medio de ambas y por ende suponiendo
un ejemplo en cuanto a la puesta en marcha del movimiento y su estética.
Por tanto, la industria y
la economía italiana comenzaban a sufrir las consecuencias de la guerra, los
excombatientes se radicalizaban y lo mismo ocurría con el socialismo italiano.
El nacionalismo comenzó a predominar en los discursos de sindicalistas y
socialistas mientras Italia entraba en crisis y se apartaba de la política
europea. En este sentido, aparece un movimiento clave para que naciese lo que
después se consideró como Fascismo: el sindicalismo revolucionario, un
socialismo muy radical tendente a ver a la nación como proletaria, que nace de
las teorías de Georges Sorel y que atraerá a muchos simpatizantes. A grandes
rasgos, era un movimiento republicano y sindicalista con un gran componente del
nacionalismo exacerbado italiano y con mucha preocupación en el ámbito social,
ya que derivaba del ala más radical del socialismo italiano, englobando en un
primer momento a los excombatientes de la guerra y a miembros del socialismo
italiano. Tras ello, se fundaban los Fasci
Italiani di Combattimento (Fascios) en los cuales había Arditi y que,
después en 1919, derivaría en el movimiento conocido como Squadrismo, es decir, el paramilitarismo del movimiento que
desembocaría en el Partido Fascista.
La ciudad de Fiume será el antecedente de la puesta en escena para los fascistas
Mientras esto ocurría,
fruto de la crisis económica provocada por la guerra, así como por la
humillación tras el final de la guerra, la Sociedad de Naciones intentaba
“solventar” el problema dando palos de ciego ya que también había designado los
14 Puntos de Wilson. Estos
establecían básicamente el derecho de autonomía de los Estados, como método
para defender la paz y evitar otra guerra, sobre todo contra las potencias
centrales. En este sentido, Hungría, Austria y Yugoslavia habían nacido como
estados nuevos, también Polonia y Grecia tenían reconocimiento internacional y
el mapa europeo cambiaba radicalmente sus fronteras, como se observa en los
ejemplos de Danzig o los Sudetes que serán motivo de discordia también para
Alemania, las fronteras rumanas que aumentaron el territorio frente a búlgaros
y húngaros, así como frente al recién creado estado soviético, entre otros
tantos.
La visión de los puntos
de Wilson no agrada al ministro de exteriores italiano mientras que la gota que
colma el vaso es la negativa a participar en Versalles en los tratados para el
establecimiento de los limites europeos. Por otro lado, el gobierno italiano
ratifica los tratados de paz y resuelve la cuestión de Fiume con el tratado de
Rapallo en 1920. Italia había perdido la paz por la incapacidad de la “vieja
política” liberal. Un reclamo del que hará bandera el fascismo.
La guerra, por tanto,
llevó al extremo la agonía del Estado Liberal debido a que todas las
consecuencias socioeconómicas y político-territoriales llevaron a un
radicalismo y a la aparición de los partidos de masas que ampliaron enormemente
la esfera política. Sin embargo, el escenario sociopolítico no tardó en
agitarse. En 1919 se fundaban los Fascios de Combate por Mussolini, en
una época marcada por los vaivenes profundos del descontento político y social,
materializado en luchas de obreros y campesinos (el Bienio Rojo
(1919-1920), o gestas clamorosas para Italia como la ocupación de Fiume por
Gabriele D´Annunzio.
Contexto. Los haces de combate y San Sepulcro
Una
gran parte del socialismo italiano se había radicalizado como bien se muestra
en los años de la guerra y posguerra en el periódico Il Popolo d´Italia, fundado por Mussolini. El descontento por las
consecuencias de la guerra era cada vez un clamor masivo, cada vez estaba menos
apartado de la sociedad. Los homenajes a los caídos, monumentos, museos… se
sucedían y los italianos parecían abrazar el nacionalismo.
Mussolini, descontento
con la visión política que se hacía de la guerra, junto con cada vez más
personalidades, se radicaliza. Si bien había estado en el Partido Socialista
Italiano, perteneciendo a su ala maximalista y neutralista, al estallar
la guerra se convierte, como muchos, en un notable intervencionista –a favor de
que Italia entrase en la guerra- (Spinetti,1984). El caso de Mussolini no es
extraño ya que el socialismo radicalizado veía con buenos ojos la guerra para,
a través de ella, difundir la revolución a otras naciones. El nacionalismo
también estallaba en todos los sectores sociales consiguiendo gran auge.
Sin embargo, al estallar
la guerra confluyen ciertos factores que hacen posible el nacimiento del
Fascismo, unos factores ideológicos de toda y diversa índole, o al menos no
acostumbrados a mezclarse entre ellos en aquella época. Por ello, la guerra y,
sobre todo, las medidas que se toman mientras esta avanza, así como las
consecuencias y secuelas que deja, serán factores cruciales para poder entender
el surgimiento del Fascismo en Italia (Paxton, op. cit.).
En marzo de 1919 Benito
Mussolini había creado los Fasci di
Combattimento, forjados durante la guerra y con una convicción nacionalista
y socialista, que aspiraban a mantener unidos a los italianos y que, a su vez,
contaban con gran apoyo no solo de excombatientes, sino que se unirán
socialistas radicales, sindicalistas, futuristas y nacionalistas. La unidad de
los italianos, según los fascios,
pretendía obviar las clases sociales y las convicciones, ya que la nación
estaba por encima de todo (Nolte) –teoría mediante la cual la nación es la
proletaria (Garriga Clavé, J., 2018).
Apenas un centenar de personas acudieron pero fue el germen del Fascismo, un fascismo de primera hora que se perfeccionaría unos meses después en Fiume
El 23 de marzo de 1919 en
Milán, en el salón de la Alianza Industrial y Comercial, en la Piazza San
Sepolcro, se fundaron los Fascios italianos de combate. Apenas un centenar de
personas acudieron, según los autores, pero fue el germen del Fascismo, un
fascismo de primera hora que se perfeccionaría unos meses después en Fiume. En
San Sepulcro se leyeron los puntos programáticos de la ideología del nuevo
movimiento. En este sentido, se incluían las proclamas de los demócratas
radicales en cuanto al republicanismo y al voto de la mujer, los pacifistas en
cuanto a la adhesión a la SDN o el desarme universal, los socialistas a la hora
de dar la tierra a los campesinos, la participación de los obreros en el
beneficio de la empresa o la lucha contra la especulación de la banca, los
liberales que establecían que el Estado emprendedor diera un paso atrás, entre
otras muchas cosas. Aparte de ello, claro está, aparecían las demandas
nacionalistas e intervencionistas en las que se mencionaba Fiume y Dalmacia.
Obviando la ambigüedad del programa y la escasa asistencia (119 asistentes
según Garriga), a la reunión acudieron anarcosindicalistas, sindicalistas,
socialistas, excombatientes, republicanos, nacionalistas, futuristas…, es
decir, el fascismo naciente pretendía aglutinar verdaderamente al conjunto de
la sociedad, aunque en un primer momento supondrá un fracaso.
No obstante, en San
Sepolcro se sientan las base de un movimiento, desconocido hasta el momento e
inexistente, donde se combinaba el nacionalismo con el socialismo. Comenzaba
con el recuerdo a los caídos por Italia en la guerra “la reunión del 23 de marzo dirige su primer saludo (…) a los hijos de
Italia que han caído por la grandeza de la patria (…) a los excombatientes (…)”
y continuaba “las reivindicaciones serán
defendidas con fuerza” (…) se opone al imperialismo de los pueblos (…) y acepta
el postulado de la Sociedad de Naciones (…) presupone la integración de los
pueblos (…) una integración que (…) debe realizarse en los Alpes y el Adriático
(…) con la anexión de Fiume y Dalmacia”(Garriga, 2018). Es decir, Mussolini
habla claro y conciso oponiéndose, aun por la fuerza, a los neutralistas, a
aquellos que no se involucren a favor de Italia y establece la condición de la anexión
de Fiume y Dalmacia.
Mediante los fascios, Mussolini se presentaría a las
elecciones de noviembre de 1919 en las cuales obtuvo un fracaso político, un
hecho que supuso un antes y un después para la organización del futuro Partido
Nacional Fascista que se crearía en 1921. El batacazo electoral contribuyó a
moldear aspectos concretos y enfocar la política a las masas. Sin embargo, los
Fascios, desde su creación en la Plaza San Sepulcro no harán otra cosa que
crecer y despertar la admiración y atracción de las masas, ya que si bien en su
fundación acudieron unos 119 adeptos, en la Marcha sobre Roma la estructura de
los Fascios ya era la propia de un movimiento político y social, de masas.
Si a primeros de marzo de
aquel 1919 se anunciaba en Il Popolo
d´Italia una reunión programática para el día 23, tras aquella fecha los
Fascios eran una realidad en Italia y sus métodos paramilitares de acción y su
ideología no tardarían en atraer a todo tipo de clases sociales, desde los más
jóvenes hasta los más mayores, todos ellos románticos y nacionalistas
italianos. Tras el encuentro de San Sepulcro, todo tipo de asociaciones y
movimientos se alistaron a lo que se consideró como el “antipartido[2]”, como establece Gentile
(2014), unificando fuerzas.
Las bases ideológicas de
San Sepulcro se asientan y van tomando forma. Si bien los Fascios son el
germen, en el norte de Italia se configuraría el Squadrismo. Las squadras d´azione se forman mediante
tácticas violentas contra los “enemigos de Italia” a través de exmilitares de
la guerra, es decir, las “escuadras” se interpretan como la puesta en marcha de
las tácticas puestas en combate durante la guerra por excombatientes
nacionalistas contra el capitalismo y la burguesía, pero también contra el
socialismo rancio y todo aquello que no luchase por Italia. Todo ello en un
contexto caótico dentro de un fracaso político en todos los ámbitos, a nivel
interno y externo en cuanto a los tratados de paz.
En San Sepulcro ya se usó
la Camisa Negra y se declaró la intención de establecer el “fascismo” en una
“Tercera Vía”, fuera de las derechas y las izquierdas, es decir entre el
conservadurismo monárquico y el socialismo marxista –ideologías imperantes en
aquella política vieja-. Se desarrolló la teoría del “hombre nuevo”, un hombre
que debía romper con lo viejo, revolucionario y joven, que impondría una nueva
visión. En San Sepulcro se defendía el afán por una Revolución Nacional que
rompiese con esa política vieja que había dejado a Italia humillada tras la
guerra. En el nuevo gobierno habría víctimas de la guerra y excombatientes,
entre otros, pero también estarían presentes en esa clase dirigente
personalidades de todos los partidos, para abarcar al conjunto de la nación. Y,
sobre todo, se expuso una nueva mentalidad que suponía un conjunto ideológico
caótico para la época ya que se hacía hincapié en el republicanismo,
nacionalismo, anticapitalismo, antiparlamentarismo –de ahí la negación a
considerarse partido-, antimarxismo (sobre todo se mostró violencia contra los
socialistas y grupos políticos considerados bolcheviques o comunistas) e
incluso anticlericalismo. Sin embargo, las consecuencias de la guerra serán las
causantes de que el objetivo primero se viera influenciado por las demandas de
los territorios irredentos como Fiume y Dalmacia –perdidos por Italia en 1919-.
Por ello, se puede decir que el Fascismo -ya conocido así en esta época al
movimiento squadrista de los Fascios
con camisa negra-, se benefició de la acción directa en las calles y en la
sociedad en general, un hecho que le dio vida y le permitió ascender a gran
escala.
Así, el germen del Fascismo
se halla en San Sepulcro aunque tendrá que aparecer, unos meses después de
aquella reunión, un poeta que ponga en práctica la teoría del fascismo. Una teoría
que se perfeccionará en la acción acaecida en la ciudad libre de Fiume, ciudad
irredenta para los italianos y demandada por los nacionalistas desde 1919.
Fiume se sitúa en un contexto de fracaso y demanda y pondrá las pautas de un
movimiento de masas.
La Toma de Fiume y sus Consecuencias
El problema de Fiume no era algo novedoso, ni un capricho de Italia en los tratados. El problema de Fiume, al menos así nos lo recuerda Caballero Jurado (2013), viene desde octubre de 1918 cuando “fuertes contingentes italianos se hallaban desplegados en toda Dalmacia, ocupando los despojos del Imperio Austro-Húngaro hasta que se firmara la Paz”. Sin embargo, sin previo aviso o declaración de intenciones, las tropas yugoslavas entraron en la ciudad, a simple vista solas pero apoyadas por Francia. Los italianos de la Dalmacia constituyeron un Consejo Nacional que proclamaba su voluntad de unirse a Italia, mientras buques de guerra italianos se hallaban atracados en el puerto. Mientras Francia esperaba que Yugoslavia, favorable a sus intereses, se convirtiera en hegemonía de los Balcanes, los ingleses, deseaban también que Fiume no fuese italiana ante el temor de que este país aumentara su flota.
Fiume fue ocupada por tropas de todos los aliados
Nada más concluir la
guerra, se vivió una “guerra fría internacional” en la ciudad (op. cit.). Fiume
fue ocupada por tropas de todos los aliados: contingentes franceses, ingleses y
norteamericanos flanqueaban a los italianos. Con esta situación, las relaciones
entre antiguos aliados se hicieron tensas y en el verano de 1919 estallaron
varios choques violentos entre ejércitos de la Sociedad de Naciones y el
italiano y entre los primeros y la población civil de la ciudad. Estos
incidentes produjeron varios muertos. Todo ello mientras se buscaba una
solución.
En este contexto, el
nacionalismo, la Revolución Nacional, las reclamaciones irredentas, unido a la
crisis económica del país y al sentimiento de derrota, se produce la acción de
Fiume.
Datada en septiembre de
1919, la toma de Fiume se convierte rápidamente en un hito, una gesta gloriosa
del ejército italiano, guiado a su vez por un poeta que, rápidamente, pone en
marcha una parafernalia novedosa, nunca vista en la sociedad. El 12 de
septiembre de 1919 el escritor más famoso de Italia, por aquella época,
Gabriele D´Annunzio invadía la ciudad adriática de Fiume (Rijeka, Croacia),
cuyo dominio y administración disputaban Italia y Yugoslavia.
En Fiume, el “primer
Duce” (Julián Elliot, 2019) estableció un régimen que señalaría el camino para
el futuro partido de Mussolini. Allí se observaron gran parte de las ideas
autoritarias, imperialismo, ensalzamiento del nacionalismo e incluso el saludo
a la romana, muy característico del fascismo. Aquel poeta tomó la ciudad con un
grupo de “legionarios”, en su mayoría dálmatos irredentistas, que partió desde
Monfalcone, hasta el 26 de diciembre de 1920, cuando el gobierno italiano
desalojó a los legionarios de D´Annunzio, tras un año de ocupación con el ánimo
de cumplir los tratados. Sin embargo, en 1924, debido al número de
irredentistas italianos que había en Fiume, la ciudad fue incorporada a Italia.
la toma de Fiume se convierte rápidamente en un hito, una gesta gloriosa del ejército italiano, guiado a su vez por un poeta que, rápidamente, pone en marcha una parafernalia novedosa, nunca vista en la sociedad
Camino a Fiume
El
único puerto de Hungría, en el Golfo de Carnaro, habitado en su mayoría por
población italiana había sido ocupado al final de la guerra por las tropas
aliadas, quedando Fiume como ciudad libre. A pesar de que entre las tropas
aliadas no había muchos destacamentos italianos, ello no suponía prejuicio alguno
ya que la decisión, teóricamente favorable a Italia, estaba en manos de la
Sociedad de Naciones, es decir, la última decisión sobre Fiume la tendría que
tomar la conferencia de paz.
Wilson, desoyendo las
demandas italianas que simplemente reclamaban que se cumpliera las promesas
realizadas anteriormente, durante la guerra, se hizo portavoz de los anhelos
nacionalistas yugoslavos y esto provocó que el nacionalismo italiano aumentase
y que la mayoría de la sociedad clamase más por Fiume que por la situación de
obreros y campesinos. Así, la agitación social en Italia era ya imparable.
Italia abandonó las conferencias de paz de Versalles a modo de protesta, hecho
que provocó una ruptura temporal de las negociaciones entre vencidos y
vencedores. El presidente italiano Orlando abandonó la conferencia de paz como
protesta contra la postura de Wilson en lo referente a Fiume y Dalmacia.
Mientras, en Fiume
estalló también la violencia entre la población italiana y las tropas de
ocupación aliadas, sobre todo contra las tropas francesas ya que estas habían
votado a favor de que Fiume fuera entregada a Yugoslavia. Se registraron unos 9
muertos y 14 heridos en aquellas protestas entre italianos y franceses[3].
Sin embargo, en el verano
de aquel 1919 se calmó la situación. Se acordó un pacto con Italia según el
cual los italianos renunciaban a Fiume a cambio de anexionarse Istría, Zara,
Sebenik y las Islas Cícladas. Un hecho que Italia vio con buenos ojos,
rompiendo, a su vez, el Tratado de 1915 con Londres por el cual se había
prometido Fiume a Italia a cambio de que esta se aliara con Francia e
Inglaterra en la guerra. Así, el Tratado de 1915 se modificó y se sustituyeron
las clausulas por las nuevas en el Tratado de Saint-Germain en el cual se
estipulaba la ampliación de territorio italiano por medio de otras zonas en los
Balcanes. Aun así, no todos los italianos se mostraron de acuerdo, sobre todo
los militares que había en Fiume que acusaron a los firmantes de traidores. También,
hay que mencionar que por estas fechas una unidad militar italiana que se
hallaba en Fiume fue sustituida por una francesa por lo que el descontento todavía
creció más.
Sin embargo, según
Caballero Jurado (2013), la acción de Fiume no se entiende sin la participación
del poeta en la contienda mundial y sobre todo de su activismo en el movimiento
intervencionista. La acción de Fiume se engloba dentro de aquel irredentismo y,
sobre todo, nacionalismo que había surgido tras la guerra. Era un “cocinado
geopolítico” de dudosa viabilidad y estabilidad (op. cit.). En resumen, el
problema de Fiume era una traición para los italianos y lo consideraban
inaceptable debido a que su población era italiana en su mayoría y por tanto
territorio italiano –según la teoría de los Catorce Puntos- y por ello no podía
estar en manos de Yugoslavia. Sin embargo, mientras la Sociedad de Naciones
tomaba una decisión, en esos meses de espera, la situación se hizo insostenible
amenazando con convertirse en un conflicto.
Ante esta situación
surgió un héroe de la guerra, un intelectual, un hombre de oratoria y muy
querido en Italia. Así apareció en el panorama político Gabriele D´Annunzio. Un
hombre arrojado y valeroso que había volado en la guerra hacia la capital
enemiga para bombardearla con panfletos y no con bombas (Bolinaga). D´Annunzio había arrastrado, con su oratoria y con su
ejemplo, a miles de hombres hasta los campos de batalla y no podía permitir
ahora la traición de las conferencias de paz (Caballero Jurado), como escribiría en enero de aquel 1919: “Hemos
combatido por la Italia Grande. Queremos la Italia Grande (…) Yo y mis
compañeros no queremos ser italianos en una Italia chocha por las influencias
transatlánticas de Wilson, ni de una Italia amputada por la cirugía transalpina
de Clemencau (…) estoy dispuesto a sacrificar todo amor, toda amistad, toda
conveniencia por la causa de la Dalmacia italiana. Me tendréis con vosotros
hasta el fin (op. cit.)”.
La situación era delicada
mientras que las potencias vencedoras amenazaban con interrumpir cualquier
ayuda económica –vital para Italia- si el gobierno italiano continuaba
reclamando la Dalmacia. Sin embargo, el gobierno aceptó las proclamas de los
vencedores. Esta situación también comprometía la estabilidad interna de Italia
ya que el gobierno estaba enfrentado a la ciudadanía. Por ello, el pueblo vio
en D´Annunzio a su representante.
En este contexto de
confrontación en Fiume, llevó a varios militares italianos, expulsados por las
fuerzas francesas, a reunirse en Venecia con D´Annunzio y le ofrecieron
encabezar una fuerza expedicionaria para conquistar Fiume (Garriga). El poeta
accedió y aceptó tal propuesta y mandó un comunicado el 11 de septiembre a
varios medios de la prensa y Mussolini entre otros con la frase “La suerte está
echada” mientras continuaba “mañana por la mañana tomaré Fiume por las armas.
Que el Dios de Italia me asista”.
Con el beneplácito de los
principales líderes que confluyen en lo que se va conociendo como Fascismo,
ante la decadencia del gobierno italiano –el gobierno del liberal de izquierdas
Nitti- y por tanto el temor a una “abdicación nacional” (Nolte), con la prensa
difundiendo las arengas del irredentismo y con el deseo –y apoyo- de la mayoría
de los italianos, el 12 de septiembre de 1919 D´Annunzio llega a Fiume con
varios cientos de voluntarios y tropas de asalto desertoras del ejército
italiano.
12 de septiembre de 1919 y Fiume
D´Annunzio
encabezó una columna de 287 hombres que avanzó sobre la ciudad en discordia.
Para cuando llegó a su objetivo, lo seguían unos 2.000 irredentistas bajo el
lema “¡Fiume o muerte!” (Elliott). Los militares junto a su poeta se unieron
cogidos de los brazos y entraron en la ciudad. Las tropas aliadas se retiraron
rápidamente dejando Fiume en manos de los legionarios de D´Annunzio, debido a
que comprenden que es una temeridad enfrentarse a unas tropas aguerridas y bien
comandadas. Acto seguido, la noticia corrió como la pólvora y a ellos se
unirían otras unidades del ejército, la marina y la aviación italianas.
Si D´Annunzio había
salido con unos 186 granaderos desde Ronchi hacia Fiume, cuando entra en la
ciudad cuenta con algo más de 2.000 soldados. Esto se debe a que los soldados
se le unían a su paso. El poeta entra en Fiume triunfante, sin oposición alguna
y aclamado por la multitud que allí le esperaba.
D´Annunzio encabezó una columna de 287 hombres que avanzó sobre la ciudad en discordia
La noticia de la
ocupación entusiasmó a una gran mayoría en Italia, comenzando por Mussolini
quien vio el acto de Fiume como un acto de valentía y heroísmo. El heroísmo y,
sobre todo, la acción realizada por D´Annunzio cuadraban perfectamente dentro
de sus ideales políticos y rápidamente comenzó a “explotarla” en sus discursos.
El hecho es que este entusiasmo por la noticia de Fiume desembocó en un
crecimiento de aquel movimiento fundado unos meses antes en San Sepulcro y que
ahora amenazaba en convertirse en partido, pues si en 1919 había 119
militantes, en 1920 –tras las elecciones de noviembre- había ya unos 30.000
mientras que en 1921 el partido contaba con 250.000 adeptos, según los
autores. La acción poética desarrollada
por D´Annunzio se puede encuadrar dentro de una política exterior de expansión
imperialista en el Adriático oriental, todo ello causado por la falta de
reacción del gobierno.
Si Fiume se toma el 12 de septiembre de 1919, la
experiencia durará aproximadamente un año, pues tras el Tratado de Rapallo de
noviembre de 1920 Fiume quedaba como ciudad libre siendo desalojada por el
propio gobierno italiano. Esto se debe a las constantes negativas del gobierno
a reconocer la legitimidad de aquel acto, en un contexto internacional nada
favorable al gobierno italiano. La acción de D´Annunzio
puso en un serio aprieto al gobierno, ante la ciudadanía y también ante la
comunidad internacional debido a que aquel acto de tanta repercusión y
gravedad se hizo por “libre”, eran
militares pero no contaban con la autorización del gobierno. Así, el gobierno se negó sucesivamente a
reconocer de manera oficial la validez de aquella acción, una acción que
abarcaba, según Elliot, un área de 28 kilómetros cuadrados, además de permitir
una buena comunicación directa con Italia. Sin embargo, como dijo el propio
D´Annunzio “Alea jacta est”, es decir, la suerte estaba echada.
Lejos de considerarse una
mera demostración de fuerza, en Fiume se implanta un sistema nunca visto. Si
observamos más allá de ese análisis, se puede ver que en Fiume se expuso algo más
que las bases de un fascismo que no tardaría en nacer. En Fiume se
establecieron varias cosas como la Carta de Carnaro, antecedente de la carta
del Lavoro, se plasmó la idea del corporativismo y se entremezcló el
socialismo y sindicalismo con el nacionalismo resultando lo que Bolinaga llama
la “ecuación fascista”. Es decir, el pensamiento que orbitaba alrededor de
aquellos recién fundados Fascios se podría hacer posible en una ciudad, a
pequeña escala. Fiume fue un banco de prueba que, a primera vista, puede ser
analizado como un proyecto que salió bien –durante un breve periodo de tiempo-.
En este sentido, rápidamente se produjeron adhesiones al “nuevo Garibaldi”
entre las que destacan, sobre todo, las de los nacionalistas de Corradini y los
futuristas revolucionarios de Marinetti mientras Mussolini cargaba duramente
contra el gobierno desde su revista.
Tras tomar Fiume,
comienza el “Gobierno legionario”. D´Annunzio tomó la ciudad sin un solo
disparo, con aplausos y “vivas” a Italia, como establece Garriga. Además los
legionarios entraron cantando la Giovinezza
–que después se convertiría en uno de los himnos fascistas-.El poeta no
implantó una dictadura policial sino que puso en marcha la escenificación de su
oratoria con discursos desde el balcón del palacio del gobierno mientras la
multitud se exaltaba con sus palabras. D´Annunzio estableció un nuevo método,
la puesta en escena, los ritos y uniformes en un ambiente poético y épico que
dirigía a las masas. Él dirigía sus discursos al pueblo y este, enaltecido y eufórico,
aplaudía y obedecía.
el pensamiento que orbitaba alrededor de aquellos recién fundados Fascios se podría hacer posible en una ciudad, a pequeña escala
En Fiume se implantó un modelo
paramilitar, el ciudadano ahora era soldado de aquel “nuevo” ejército, de la
milicia. Se creó un ejército “político” que no
llevaba espada, sino puñal; no lucia uniformes acostumbrados, sino la camisa
negra de los labradores de la región de Emilia; no saludaba de la forma
reglamentaria, sino que levantaban el brazo en un “saludo romano”; no
desfilaban tras banderas y estandartes, sino que tenían sus propios
“gagliardetti”; sobre cualquier otro signo militar preferían la calavera con
las tibias cruzadas. Y su contacto con el comandante, hacia el que sentían una
extraordinaria veneración, se desarrollaba con unas formas y mediante unas
ceremonias que tenían ejemplos en la tradición militar, pero que habían sido
sublimadas y singularizadas hasta un punto máximo: el culto a los muertos, la
solemne imposición de coronas de laurel y roble, el intercambio de los gritos:
¿de quién es Italia?, ¡Nuestra!, ¡puñal en mano!, ¡Alalá!... (Nolte, 1975).
Es decir, en Fiume se
implanta la teoría que se pretendía tras el final de la I Guerra Mundial. Se
vio en Fiume el intento de una revolución, como en Rusia, que más tarde
recorrería, con su ejemplo, toda Italia –por parte del socialismo radical-,
pero también se vio la nueva política que rompería los moldes del liberalismo
imperante, una política nacionalista que volvería a traer la gloria a una
Italia que había sido desplazada como potencia de segundo orden. El culto a la
muerte, el afán de una juventud que sería la protagonista en el nuevo orden, la
combinación de los rituales con la milicia, el orden y la disciplina, el
desprecio a lo caduco y viejo que solo había traído dolor y humillación para
una Italia hundida económicamente tras la guerra, el culto a un líder
carismático, el valor y la uniformidad de unos soldados políticos…, todo ello
era aplaudido por los sindicalistas revolucionarios pero también por los
nacionalistas y eso supo conjugarlo D´Annunzio.
Pero, más allá de las
palabras y los discursos, en Fiume se puso en marcha otra novedad surgiendo uno
de los documentos más importantes de la época debido a la sintonía y
conjugación de su contenido nacionalista y social, la Carta de Carnaro. Este documento fue redactado por el mismo
D´Annunzio y el sindicalista De Ambris, según los expertos, una constitución.
La Carta de Carnaro es
una constitución de la Regencia Italiana de Carnaro que se promulgó el 8 de
septiembre de 1920. Todos apuntan a una constitución en su sentido más amplio
debido al contenido que en ella se expone, es decir lo que unos años después,
con el Fascismo, sería la Carta del
Lavoro de 1927, sirviendo además de inspiración para posteriores documentos
legales en Italia. De este modo, el corporativismo y el sindicalismo nacional
se imponían como novedad político social, una novedad que atraería a mucha más
gente hacia un movimiento que, en manos de Mussolini, tomará forma de partido
de masas. Se impone así lo que no tuvo éxito en Milán en aquel año de 1919 y lo
que fracasaría tras Fiume, en las elecciones de noviembre de ese mismo año, es
decir, una política corporativista. Si bien la Carta de Carnaro tenía un valor
estrictamente ideológico, además de proclamarse casi al término de la ocupación
de la ciudad –agosto de 1920-, hay que decir a su favor que en dicha Carta se
imponen estatutos y puntos novedosos y de vital importancia debido a su
contenido social, y también nacional.
Los estatutos prevén la
abolición de los sindicatos en nombre de un ordenamiento estatal que se
fundamenta, a su vez, en los ciudadanos. Estos se reúnen según su categoría
productivas y según su corporación. Los conflictos laborales se resolverán
mediante una magistratura de trabajo; mientras el ordenamiento del Estado era
republicano (“republica de las artes”) donde se aspiraba a formas de
autogobierno. Se podría establecer que lo que surgió en Fiume con la Carta de
Carnaro iba más allá de unas simples promesas para el futuro, es decir, la
Carta de Carnaro era la puesta en escena de un “director genial” (Nolte). De
hecho, la URSS fue el único país en reconocer el estado de Fiume y Lenin se
aventuró a describir a D´Annunzio como un revolucionario (op. cit.).
Para los sindicalistas
revolucionarios el ejemplo de Fiume servía de modelo para una sociedad que
quería vivir como nación dentro de una república que se sustenta en los
principios sindicalistas y revolucionarios de autonomía, corporativismo,
producción y comunalismo (Garriga). Es decir, Fiume era un laboratorio que no salió
ni bien ni mal debido al poco tiempo que estuvo funcionando –los sindicalistas
miraron lo que ocurría en Fiume con lupa con la esperanza de que triunfara
dicha revolución y se implantase en Italia- pero que, sin embargo, sirvió de
ejemplo para el Fascismo a la hora de aplicar el Estado corporativo. El
relativo, y rápido, éxito en Fiume le hizo pensar a D´Annunzio que podría
realizar una “Marcha sobre Roma”, mientras que los rumores de esa posible
“marcha” se hacían patentes en aquella caótica Italia.
Sin embargo, Fiume se
convirtió en una aventura gloriosa para el pueblo italiano, el cual lo
aplaudió, aunque también fue el problema. El gobierno italiano cedió a las
amenazas de las fuerzas aliadas y el Parlamento aprobó el bloqueo económico de
Fiume propuesto por las potencias. En palabras de Bolinaga, Fiume se convirtió
en una ciudad cercada donde las carencias económicas hicieron mella. Su
comandante no pudo más que “educar” y organizar a la población en vez de
administrarla. En diciembre de 1920 el buque Andrea Doria comenzó a disparar granadas. D´Annunzio y sus
legionarios abandonaron la ciudad y estos se dispersaron por Italia,
engrosando, en su mayoría, las filas del Fascismo.
Fiume además planteaba
otro problema, el problema nacional, ya que desde el momento en que la nueva
clase de productores vive y actúa en el
seno de las corporaciones, se encuentra, inmediatamente, según Garriga,
identificada con el Estado. Y esto ponía en un serio aprieto al gobierno
italiano que intentaba desentenderse del problema que suponía Fiume.
El resultado más notorio
de Fiume es que mostró la debilidad del gobierno italiano que fue incapaz de
actuar. Cuando quiso actuar tomó medidas rápidas y estuvo a merced de las
potencias aliadas para salvaguardar los tratados en los que Italia se veía
inmersa. El gobierno de Giolitti fue llamado durante ese Bienio Rojo pero se mantuvo incapaz de contener los radicalismos y
tomar decisiones importantes, su estancia en el gobierno favoreció el auge del
fascismo mientras que D´Annunzio, aparte de sentirse traicionado con su
gobierno, puso en marcha toda una parafernalia nacionalista conjugada con
medidas socio-laborales que darían lugar a la implantación del Fascismo,
movimiento que copiaría en su mayoría el ideario y el ritual expuesto en Fiume.
Tras el bombardeo por
parte de las tropas italianas, Fiume pasó a ser estado independiente y libre
durante un periodo de tiempo breve, administrado por la Sociedad de Naciones y
D´Annunzio estableció que no merecía la pena luchar por “esa Italia”.
Conclusiones
La
toma de Fiume por D´Annunzio puso de manifiesto la debilidad del gobierno
liberal italiano y contribuyó a aumentar el mito de la “Victoria Mutilada” y la
pretensión de futuro de una “Marcha sobre Roma”, ambos utilizados
posteriormente por Mussolini.
La ciudad, tras el
Tratado de Rapallo en noviembre de 1920 y su consecuente desalojo en diciembre
de ese mismo año, quedó a merced de la Sociedad de Naciones, aunque no por
mucho tiempo ya que a partir de 1924 será anexionada a la Italia Fascista de
Mussolini.
A pesar del corto periodo
de tiempo en el que Fiume fue una especie de Estado independiente se tomaron
medidas que influirán directamente en el fascismo. A raíz de la acción de Fiume
se tendrán en cuenta muchos factores como el corporativismo, la implantación y
desarrollo de las squadras, o
milicias, como agentes vitales del movimiento que se desarrollaba. Las milicias
serán el eje fundamental del partido. La uniformidad en torno a los símbolos
nacionales, la Camisa Negra y los rituales a imitación del pasado glorioso del
Imperio Romano serán otra consigna que los fascistas impongan y desarrollen. El
discurso épico destinado a las masas y la juventud como principal protagonista
de la nueva ideología se impondrán como necesarios en el Fascismo.
Tras Fiume, muchos arditti y legionarios se unirán a las
filas del Fascismo, aumentando, como se ha visto, el número de afiliados en
apenas dos años.
En Fiume se vio el culto
a la muerte y a la violencia, con la juventud como protagonista y en un
ambiente donde un líder –D´Annunzio- enaltece a las masas, ahora ya
fundamentales y necesarias para crear un partido que aspire a hacer una revolución.
Fiume, además, fue seguido, y admirado, por las diversas tendencias radicales y
nuevas que aspiraban a crear una política nueva que rompiese con el liberalismo
caduco y pusiese a Italia en el lugar que le correspondía en el mundo.
La toma de Fiume por D´Annunzio puso de manifiesto la debilidad del gobierno liberal italiano y contribuyó a aumentar el mito de la “Victoria Mutilada”
Era, a final de cuentas
una ciudad libre porque lo establecían los tratados internacionales pero era
también un territorio irredento en el que más del 50% de la población se
consideraba italiana y por tanto favorable a ser territorio italiano. Su
importancia estratégica también dice mucho ya que Fiume era un puerto riquísimo
en el Adriático que debido a su situación geográfica permitía ser fructífero
tanto comercial como geopolíticamente, por ello quizá interesaba a la Sociedad
de Naciones mantenerlo como ciudad “libre” bajo su administración y evitar, de
este modo, que cayera en manos italianas ya que Italia podía aumentar su
riqueza y flota y, controlar gran parte del Adriático.
D´Annunzio se sintió
traicionado y pasó a un segundo plano aunque después apoyara la causa de
Mussolini, como también Marinetti y muchos otros que vieron que las ansias
revolucionarias se iban perdiendo a medida que el Fascismo se imponía.
En tales casos, el
nacionalismo aumentó más que nunca y permitió que aquel “antipartido” que había
nacido en marzo de 1919 como un mero movimiento, desembocase en un partido de
masas e impusiese un sistema novedoso y revolucionario conjugando el socialismo
con el nacionalismo, impulsando a Italia hacia una política exterior
imperialista en busca de aquellos territorios que, como Fiume, les fueron
prometidos durante la Guerra Mundial.
Tras Fiume hubo unas
elecciones generales en las cuales ganó una coalición liberal y aumentó el
Partido Socialista Italiano, el más votado, de Andrea Bombacci –hombre que
después apoyará el fascismo-. Sin embargo, la crisis económica y los problemas
nacionalistas continuaron. El partido de Mussolini fracasó en estas elecciones
pero tuvo presente el ejemplo de Fiume, un ejemplo que le sirvió para remodelar
aquel conglomerado sindicalista-futurista-nacionalista… y organizarlo mejor.
Bibliografía
BOLINAGA, I., Breve historia del fascismo, Nowtilus,
España, 2008
CABALLERO JURADO, C. https://adversariometapolitico.wordpress.com/2013/02/08/la-fascinante-historia-de-dannunzio-en-fiume-carlos-caballero/
GARRIGA CLAVE, J. La
génesis del fascismo, Fides ediciones, España, 2018
GONZALEZ DIAZ, A., El Fascismo y sus imitaciones, Fides ediciones, España, 2022
NOLTE, E., Fascismo. De Mussolini a Hitler, Plaza
& Janes, Tarragona, 1975
PAXTON, ROBERT O., Anatomía del fascismo, Capitán Swing,
Madrid, 2019
PAYNE, STANLEY G., El fascismo, alianza editorial, 1979
SPINETTI, G.S., Mussolini.
El espíritu de la revolución fascista, temas contemporáneos, Argentina,
1984
VV.AA., Atlas ilustrado del fascismo, Susaeta, Madrid,
2002
[2] El 23 de
marzo se va a crear el "antipartito" y surgirán los Haces Italianos
de Combate, que harán frente a dos peligros: lo odioso de la derecha y lo
destructivo de la izquierda. Il Popolo
d'Italia, 9 de marzo de 1919.
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